Cap. 75: Ardientes Cadenas.

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Dicen que hay multitud de ambientes y lugares altamente peligrosos, algunos lo son por las implacables bestias salvajes que los habitan, otros poseen un clima tan atroz que apenas nada podría sobrevivir en ellos, aunque la vida siempre logra sobreponerse y acostumbrarse incluso a las condiciones climatológicas más despiadadas. Si de lugares peligrosos se habla, sin lugar a dudas el aparente vacío espacial es uno de ellos, recóndito y habitable solo por seres nocivos para las formas de vida contemporánea; pero dejando de lado ese tipo de lugares brutales, y pensando más en sitios más factibles, se encuentran picos helados, los abismos marinos, océanos de lava hirviendo y magma avanzando en un constante proceso volcánico, desierto mortales… Estos últimos en especial, poseen un peculiar atractivo.

Aquellos páramos arenosos relucían un color carmesí peculiar en sus dunas, la composición de los incontables granos de arena acumulados era de lo más extraña, el fuerte olor ferroso inundaba el ambiente, pero no era hierro aquello que abundaba en esos lugares, a veces en las noches más frías las dunas adquirían una tonalidad que reflejaba el oscuro firmamento, mientras que durante los días más implacables y ardientes todo parecía convertirse en un océano violento, tan fluido como las aguas de un mar profundo. Los fuertes vientos calientes podían ser capaces de arrastrar nubes de polvo colosales, creaban las tormentas de arena más peligrosas jamás vistas, imposibles de comparar con ningún otro desierto de aquel mundo; resultaban tan peligrosas que inclusos las imperceptibles motas arrastradas resultaban ser capaces de arrancar la piel desnuda, toda protección incluso a veces resultaba ser insuficiente. Sin embargo, a pesar del extremo clima, la vida había logrado tomar su lugar en aquel sitio, y por supuesto un clima implacable había logrado desarrollar a criaturas igual de peligrosas y mortíferas, criaturas siempre hambrientas, siempre al acecho, esperando pacientemente cualquier presa que se cruzara en su rango. Se rumoreaba que existían gusanos colosales capaces de crecer por kilómetros, también se decía de monstruosidades capaces de devorar una montaña si así lo quisiesen, entes espirituales que se conglomeraban alrededor de ciertas zonas en donde el calor era mucho más denso de lo usual incluso en días frescos, manadas de bestias que acechaban entre las rocas, incluso habían criaturas vagantes que iban de un lugar a otro buscando presas que llevarse a sus despiadadas fauces. El agua era un recurso prácticamente inexistente en las profundidades del lugar, se rumoreaba sobre oasis y fuentes de agua natural, pero al final no resultaban ser más que meros mitos y cuentos de viajeros sin confirmar, historias que hacían levantar más de una ceja después de todo allí el agua era mucho más valiosa que cualquier moneda u objeto usado como representante del dinero.

A pesar de todo el basto desierto era escenario de extraños sucesos que podían considerarse inexplicables, como por ejemplo a veces durante las noches podían escucharse extraños sonidos que no provenían de ninguna especie conocida u habitante de las dunas; ocasionalmente la arena vibraba y se agitaba sin razón aparente, incluso en lugares donde no habitaban los gigantescos gusanos que reptaban por debajo lejos de la vista. Aunque lo más desconcertante era contradictoriamente, algo a lo que nadie parecía prestarle atención; era el motivo, razón o causa por la cual fue construido en mitad de aquel peligroso lugar, una suntuosa ciudad de grandes proporciones y majestuosidad.

Maharam Kal era su nombre, en el dialecto antiguo de la época en la que se levantaron los primeros muros de las más primitivas viviendas significaba: Puerta al Cielo. El lugar fue construido alrededor de un enorme monolito, antaño era usado como altar por las primeras generaciones de habitantes, aunque con el paso de las diferentes eras que le sucedieron el fervor religioso fue disminuyendo hasta desaparecer por completo; sin embargo el monolito aún se mantenía erguido en el lugar, en lo que ahora en la actualidad era la plaza central de la ciudad usada por muchos pequeños establecimientos como puntos de compra y venta; en aspectos generales era un espacio libre y bastante amplio, uno en donde la única sombra circundante era la de aquella gran piedra lisa y sin desperfectos. Las calles solían estar abarrotadas, cazadores de todo tipo se movían de un lugar a otro mayormente transportando sus presas, monstruos de las dunas que servían como constante fuente inagotable de alimento para la ciudad; sus partes eran usadas en todo tipo de cosas, desde la fabricación de ropa hasta para la creación de ungüentos, medicinas, tónicos y otras sustancias que servían como productos de exportación; de hecho era común ver a pequeños grupos de cazadores colaborando mientras arrastraban por las calles a una bestia de considerable tamaño, el negocio era peligroso pero nadie podía quejarse de sus beneficios, después de todo mientras más peligrosa era la presa más raros eran los materiales que podía aportar y por ende más dinero pagaban por ella.

Alice vs las Fuerzas del CosmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora