Alice vs las Fuerzas del Cosmos

Cap. 42: Aquella Maldad Reptante.

Gritos de horror eran escuchados por todas partes en aquella ciudad. Las mujeres preparaban las armas mientras con su nariz de jabalí olfateaban el ambiente para detectar la ubicación de sus crías, las cuales lloraban descontroladamente ante  aquel temor inexplicable que sentían a tan corta edad; los hombres por su parte corrían por las calles buscando la razón o causa de aquella opresión que sentían, los cielos parecían haberse quebrado mientras adquirían tonos sangrientos y el aire se sentía nauseabundo cual cadáver putrefacto. Aquella raza de individuos bípedos evolucionados de una raza de criaturas similares en aspecto físico a los cerdos o jabalíes, nunca había experimentado algo como eso en los miles de años en los que su civilización había prosperado, incluso los más eruditos no parecían encontrar respuestas a los eventos catastróficos que se estaban llevando a cabo, no existían registros ni indicios meramente similares siquiera.

Es entonces que el caos desciende desde los cielos, literalmente; por aquella grieta sangrante se asomó una criatura de enormes proporciones, sus manos agarraron los bordes de la grieta agrandando el agujero. Espectrales sonidos comenzaron a ser escuchados por todas partes, nadie creía lo que sus ojos veían, los más pequeños no pudieron contener sus vejigas ante el horror que sus infantiles ojos observaban, el miedo les dominaba. Muchos individuos sintieron como sus cerebros parecían ser aplastados dentro de sus cabezas, el dolor era insoportable, tanto que más de uno calló inconsciente. Los gritos de horror eran audibles por todas partes, aquellos que supieron mantenerse cuerdos tomaron sus armas en un intento de aferrarse a cualquier cosa que pudiera defender sus vidas y las de sus seres queridos.

Grietas similares se abrieron por todas partes, los cielos de aquel mundo hasta ahora pacífico se llenaron de horrores. De los cielos descendieron entonces abominaciones indescriptibles, ninguna parecía ser igual a otra, en especial aquellas que tenían formas de masas gelatinosas que cambiaban de forma constantemente carentes de orden o lógica que atendiera a necesidades biológicas naturales. Algunos intentaron defenderse contra aquellos monstruos informes, sin embargo a pesar de lo que la apariencia podía indicar, estos eran rápidos, maliciosamente tontos y sobre todo, muy poderosos; las ramas resultaban inútiles, el fuego aunque parecía ennegrecer las pieles de algunos pocos, no causaba ningún tipo de daño más allá de una mera molestia.

Muchos carecían de ojos o bocas, otros tenían en exceso, pero todos tenían algo en común; parecían disfrutar del caos y la muerte indiscriminada y tortuosa. Una mujer era devorada viva mientras observaba impotente y entre alaridos de dolor y súplicas, a su retoño gritar y llorar de dolor mientras una de las monstruosidades se introducía por el recto y boca del menor, agitando su propio cuerpo en el interior del joven el cual se inflaba a la par que se debatía entre la vida y la muerte. Algunos desafortunados individuos eran violados indiscriminadamente sin importar su género o edad, mujeres y hombres eran convertidos en contenedores de grotescos fluidos que terminaban de derretir el interior de sus desafortunadas víctimas, cuyos cadáveres explotaban por una nueva abominación que recién nacía de sus entrañas devorando los cuerpos muertos en los que fueron gestados en tan solo unos pocos minutos. Muchos intentaron escapar, corrían tanto como lo permitían sus piernas, sin embargo todos eran fácilmente alcanzados, cazados como animales de presa, brutalmente asesinados mientras sus cadáveres sangrantes servían como alimento.

No quedaría nada, aquella una vez conocida como la dimensión F-119, sería engullida en muy poco tiempo. Y cuando el caos cesó, solo quedarían ruinas de las diferentes civilizaciones que vivían en armonía en aquel mundo, solo quedaría un páramo desolado carente incluso de flora o fauna. Donde una vez habían acaudalados ríos, ahora solo podía observarse una repugnante contaminación que se entremezclaba con el agua, pudriéndola y matando a todo aquello con lo que hiciera contacto. Donde una vez habían hermosas praderas por las cuales corría la suave brisa, ahora solo quedaba un desierto de maleza seca fácilmente inflamable a la más mínima chispa, el vientos traía consigo un repugnante olor que sofocaba y asesinaba a los árboles y plantas los cuales morían y sus troncos se ennegrecían para tiempo después ser convertidos en polvo que era arrastrado por el propio viento expandiendo de es amanera en un ciclo repetitivo la plaga. Donde una vez podían apreciarse hermosos cielos, ahora estos lloraban sangre, lluvias corrosivas y mortales como nunca antes se habían visto… Y aquellos pocos desafortunados que sobrevivieron a la invasión inicial de las aberraciones venidas de los cielos, no tardaron en perecer ante las mortales condiciones en las que se vio envuelto su mundo de un día para otro; no parecían quedar sobrevivientes, no parecía quedar esperanza.