Cap. 48: La Caída del Héroe.

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Un descontrol inundaba las calles del reino de Plumas Negras allí en aquella dimensión conocida como C-502, sus habitantes estaban confusos, nerviosos, aterrados por la situación que se estaba llevando a cabo de un momento a otro. Los guardias buscaban mantener la calma en la población, a pesar de que de igual manera sus corazones estuvieran intranquilos por la incertidumbre que hacía presa sobre ellos. Lo más seguro era evacuar las casas y demás establecimientos, todos eran conducidos hacia el castillo donde podrían resguardarse detrás de sus gruesos muros. Los cielos se encontraban teñidos de tonos morados junto con oscuras nubes que parecían arremolinarse sobre la ciudad, creando en el macabro proceso extrañas y desconocidas formas antinaturales, aunque aquellos que se atrevían a quedarse observándolas durante mucho tiempo, acababan sintiendo un horror primordial en sus almas, algo grabado en la esencia de su ser ancestral que no entendían. Entre las formas a veces podía distinguirse un macabro rostro que parecía observar con  divertida burla la ciudad ya  sus habitantes, ocasionalmente relámpagos morados se entretejían entre dichas nubes iluminando estas y mostrando esqueléticas sombras en su interior.

-“Definitivamente esas nubes no auguran nada bueno.”

Hablaba para sí misma en mediana voz desde un balcón, una dama de hermoso plumaje negro, una sombra alrededor de sus ojos poseía tonos azules, su pico era alargado y puntiagudo. Vestía con una armadura sencilla, de colores tan negros como sus plumas, con detalles en verde esmeralda en sus bordes, de sus hombreras prominentes descendía una larga capa en la cual se encontraba reflejado el blasón de aquel reino de aves, sin su habitual vestido, podía apreciarse como aquella mujer caminaba con sus patas descalzas, aunque estas en la zona de sus tobillos tenían pulseras metálicas apiladas una encima de la otra, lo cual provocaran que estas hicieran un leve sonido metálico cuando resonaban en su caminar. Aquella mujer era Valeria V, reina de aquel pueblo; su mirada guardaba una determinación inspiradora, así como una seriedad acorde a la precaria situación que parecía enfrentarse en esos momentos llenos de tanta incertidumbre. Y es que, se sentía una extraña presión en todo el lugar, los cielos habían cambiado bruscamente y con este cambio llegaron unas criaturas que parecían reunidas en las afueras de la ciudad, algunas tan grandes que podía llegar a verlas desde aquel sitio en el que se encontraba.

-“Majestad, la reunión estratégica está por comenzar. Solo falta su presencia.”

Se acercó lentamente una pequeña ave anciana de plumaje con tonos grises y un pico deforme. Poseía un parche que ocultaba una cicatriz en su ojo derecho, una herida sufrida en combate hace mucho y que le arrebató dicho órgano, vestía con una armadura verde que dejaba aprecia como a pesar de su edad, aquel individuo se encontraba bastante tonificado y sus músculos y movimientos no parecían los de un anciano tembloroso.

-“Gracias por venir personalmente a avisarme señor Ludo… Dígame… ¿Qué opina de esta situación?”

Ante tal pregunta, aquel fiel caballero que había servido durante décadas al reino, protegiéndolo y ganándose el cariño y aprecio sincero del pueblo, se acercó al balcón y de un salto se posó en su borde. Entrecerraba sus ojos observando a la distancia, podía apreciar a las horribles criaturas que sobresalían sobre el follaje de los árboles, apenas eran cinco pero por los informes de los exploradores, sabían que había cientos de monstruos más pequeños a los pies de los gigantes.

-“Nunca había visto criaturas como esa mi señora. Sin embargo no me dan muy buena espina. ¿Por qué pretenden invadirnos? ¿De dónde vinieron? Pero sobre todo… No puedo dejar de pensar en el extraño cielo que hay sobre nuestras cabezas. Es posible que no sea una batalla sencilla, deberíamos prepararnos para cualquier sorpresa.

-“Pensaba en lo mismo… Vamos, el Consejo de Plumas Negras espera.”

Ambos observaron durante un instante cómo los ciudadanos continuaban entrando al castillo para refugiarse, mientras el pueblo estuviera a salvo ellos podrían salir adelante y tener esperanza. Abandonaron entonces aquel balcón adentrándose al castillo, el señor Ludo parecía escoltar a la reina mientras esta continuaba pensando detenidamente en la situación. Ambos llegaron a un gran salón donde se encontraban reunidas algunas personas, aquellas que eran consideradas como las aves más importantes del reino, quienes esperaban por la presencia de la actual reina para dar comienzo al consejo de guerra. Entre los presentes, se encontraba la antigua reina Valeria IV, cuyas experiencias y aprecio de la población le hicieron ganarse un puesto en el Consejo de Plumas Negras una vez esta cedió el trono a su sucesora. La dama era alta y cubría su cuerpo de negro plumaje con una túnica larga del mismo color, sus manos se encontraban entrelazadas a la altura de su abdomen, pero lo más peculiar era que ver cómo parecía carecer de visión pues sus ojos se encontraban cubiertos por una venda, aunque contradictoriamente, la dama no parecía tener complicaciones para ver.

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