𝚀𝚞𝚒𝚗𝚌𝚎

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Narra Adaliah.

Ya me acostumbre a este mundo mágico, y me encanta, mis clases favoritas son cuidado de criaturas mágicas, pociones y encantamiento, pero sobre todo criaturas mágicas, es fantástico todo lo que ellas guardan dentro.
Pero ya llegaba navidad y yo decidí volver a Estados Unidos en el campamento, Dumblundore me permitió ir por viaje sombra, así que rechace la ida a pasar las navidades con Mariana en su casa, también rechace la invitación a la casa Weasley, que no me dieron ellos me la dio Charlie, lo mejor es alejarme de esa familia por un tiempo, hasta que empiece el siguiente año escolar.

—¿Entonces cuando vuelves?—me pregunta Mariana, ya que debía irme ya a la oficina de Dumblundore.

—El 28 de diciembre, pasaré Año Nuevo aquí.

—entonces nos vemos después de Año Nuevo sombritas, te extrañare.

—No pensé que diría esto, yo también te extrañare rubia.

—Cuídate y escríbeme.

—Lo hare.

Tome mi maleta Muggle y camine hacia la oficina de Dumblundore, pero me encontré con Charlie.

—Al parecer ya te vas, es una lástima que no pasaras las fiestas en la madriguera.

—Si, lo siento.—una mentira piadosa.—Pero extraño mi casa, y a mi padre. Iré a ir a verlo por unos días.

—Es comprensible. Cuídate mucho Dalia.—el me volvió a abrazar, a él le gusta mucho abrazar.—Escribe.

—Tu igual.

Seguí mi camino a la oficina, del directo afuera se encontraba mi jefe de casa.

—Señorita Edwards.

—Profesor Snape.

Ambos subimos las escaleras a la oficina, donde Dumblundore se encontraba sentado en su escritorio.

—Adaliah, ¿lista para las fiestas?

—Así es profesor.

—Recuerda volver el 28 y diviértete, mándale saludos a Quiron de mi parte.

—Lo hare.

Con la mirada de ellos me acerqué a una sombra que se encontraba justamente encima de mi, les di un asentimiento de cabeza y me fundí en las sombras, las sombras me comenzaron a contar las cosas, pero yo trataba de evitarlas para llegar a mi destino. Cuando aparecí entraba en la entrada del campamento.

—Hogar dulce hogar.

Dije ajustándome mi bufanda de Slytherin y entrando, en el campamento como siempre estábamos con nieve,pero no con frío y había pocos campistas por la época del año, algunos de los que había me conocían y me veían mal, yo se las devolvía peor, había otros que ni cuenta se dieron, así como había unos que no sabían quien era yo.

En el porche de la casa grande se encontraba el señor D, junto a mi padre.

—Hola papá.

El dejó de lado su partida y me vio, sonrió muy grande y dejó su partida de pinacle a un lado y se acercó a mi, donde me abrazo.

—Dalia hija, que bueno que estás aquí.—el miro mi uniforme.—nunca en la vida te había visto con uniforme.

—Lo se, es raro. Mira este es el escudo de mi casa Slyterin y visto con mis colores, verde y plata.

—Te ves feliz Adaliah, eso es bueno. ¿Cuéntame tienes amigos?

—Si.—Yo me senté en las escaleras y el se sentó en su silla de ruedas mágica.—Mariana y Charlie.

Una Slyterin muy diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora