𝙲𝚞𝚊𝚛𝚎𝚗𝚝𝚊

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Narra Charlie.

Me coloqué una de mis mejores ropa, estaba esperando en la sección de chimenea en ver a mi hermosa Adaliah. Cada vez que alguna chimenea se encendía, yo sonreía y quedaba dispuesto para ir a caminar a su encuentro. Mis manos estaban comenzado a sudar creyendo que no vendría, cuando la vi en la chimenea, ella aún no me veía pero yo si, se estaba limpiando el hollín del cuerpo. Por eso ella odia las chimeneas. Estaba hermosa, con esa ropa tan veraniega.

Comencé a acercarme a ella a un paso Veloz, mientras más me acercaba pude ver que tenía mi collar en su cuello, sonreí mucho más y me di cuenta que ella aún no sabía que ya estaba ahí, hasta que me para al frente suyo

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Comencé a acercarme a ella a un paso Veloz, mientras más me acercaba pude ver que tenía mi collar en su cuello, sonreí mucho más y me di cuenta que ella aún no sabía que ya estaba ahí, hasta que me para al frente suyo.

—Te extrañe.

Ella se sobresaltó, pero no la dejé reaccionar y la envolví en mis brazos, la abracé tan fuerte por su cintura, que la levante del suelo mientras ella se aferraba a mi cuello, se sentía tan pequeña e indefensa, pero yo sabía que eso no era cierto. Si ella quería me mataría.

—Yo también lo hice, mucho.

Ella me vio a los ojos, mientras se mantenía alzada en mis brazos, con cuidado acercó mi nuca a su boca, y ninguno beso primero, nos besamos al tiempo, no me importa que nos vieran.  Lo único que importaba era los labios de Adaliah Edwards, esos labios que yo podía besar cuando se me diera la gana. Nos separamos de a poco y Adaliah me vio a los ojos, estaba sonrojada, yo con cuidado la dejé en el suelo.

—Lo lamentó...—se pasó un mechón de pelo detrás de la oreja.—Solo quería besarte...lamentó si te molesto o incómodo.

Yo no quise responderla y la bese de nuevo, dejándola un poco inclinada mientras la abrazaba.

—Si tu no te hubieras acercado lo hubiera realizado yo.—La enderece y ella tenía una sonrisa.—No eres de muchas sonrisas, me encanta que sonrías conmigo.

—Eres especial para mi Charlie, eres el único que puedes lograrme mantener con una sonrisa en el rostro.

—entonces soy el más afortunado del mundo.—Le sonreí para ver su equipaje, tenía su rara maleta Muggle y su mochila.—Ven yo llevo tus maletas.

—No te preocupes, no quiero molestarte, ya es suficiente con quedarme en tu casa.—Dijo poniéndose roja y sujetando su equipaje.

—Te quedaras en mi casa, ya que te invité y tú nunca, escúchame bien Adaliah.—dije tomándola de la cara.—Nunca serás una molestia para mi, ahora dame tus cosas.

Ella no renegó, me dio su maleta y su mochila, así que con mi mano derecha llevaba la maleta, la mochila en mis hombros y mi mano izquierda sujetó la mano de Adaliah que se sonrojo cuando comenzamos a caminar.

—Quiero que me cuentes todo lo que hiciste en el campamento.—dije mientras la veía y acariciaba un poco la mano que teníamos unidos.—La casa no está lejos.—le informe y ella asintió.—Ahora dime ¿que hiciste?

Una Slyterin muy diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora