Prólogo

148 8 2
                                    

Nos encontrábamos en la sala del segundo piso, esperándolo. Mis padres estaban sentados en el sofá frente a nosotras que estábamos sentadas en el suelo, en flor de loto.

Ya se estaba demorando.

«¿Y si no viene?»

Tenía qué. No podía dejarnos ahí. ¿O sí?

Seguíamos esperándolo, cada vez más nerviosos pero sin perder la fe en él; cuando vi, a través del domo que se encontraba encima de las escaleras, la luna. Era de tonos rojizos, y cada vez se hacía más grande. Estaba aproximándose a la tierra.

«Por Dios, ¿dónde rayos se encuentra? ¿Por qué tarda tanto? ¿Nos dejará a nuestra deriva con una luna aproximándose hacia nosotros?»

No quería creer eso, pero es difícil no cuestionártelo con una luna próxima a estrellarse con la tierra.

Mi visión cambió de perspectiva. Ahora podía ver mi casa desde los aires. Mis ojos pudieron apreciar lo que se suponía debía ser mi colonia. Todo había sido destruido, consumido, por lo que creo fue fuego. Las casas estaban hechas polvo, no había ninguna que se mantuviera de pie. Salvo la mía. Estaba intacta.

«¿Cómo es posible que el fuego acabara con todas las casas antes conocidas y la mía siguiera en una sola pieza?»

Ni siquiera se veía cubierta de ceniza. Estaba entera. «¿Por qué?»

Desperté. Seguía siendo de noche, así que fui al baño para después regresar a mi cama y seguir durmiendo. Pero, por alguna razón, cuando venía de regreso del baño sentí que alguien me observaba. Me giré para ver pero no distinguí nada en la oscuridad. Sentí miedo, así que aceleré el paso para volver a mi cama. Yo sé que las sábanas no te protegen de los monstruos, pero me siento segura debajo de ellas.

Una vez acostada mi corazón empezó a latir deprisa. Seguía sintiendo que algo me observaba, o alguien. Me giré para encararlo y alcancé a ver una sombra desvanecerse. Lo vi. Estaba ahí. Hacía un segundo estaba ahí. Observándome. ¡Lo había visto! No tuve que pensarlo dos veces, me levanté y fui al cuarto de mis papás. Pero, parada delante de la puerta me sentí tonta. ¿Me creerían si les decía lo que había visto? No era la primera vez que veía o sentía cosas así, pero no les había querido decir para no preocuparlos.

«Pero no puedo volver a mi cuarto con esa cosa ahí.»

Tampoco lo pensé dos veces, entré en su habitación y desperté a mi mamá dándole pequeñas sacudidas hasta que despertó de golpe.

—¿Qué pasó? —preguntó con voz adormilada. Al verme parada a su lado vi que su semblante cambió— ¿Estás bien? —cuestionó preocupada.

—Sí. Solo... ¿podría dormir hoy aquí?

—Claro, amorcito —respondió mientras se movía para hacerme un espacio a su lado—. ¿Segura que todo está bien?

—Sí, bueno, es que tuve miedo en mi cuarto — admití un poco avergonzada porque a mí nunca me daba miedo nada.

—Tranquila, ven, te abrazo.

Me quedé dormida con el brazo derecho de mi madre abrazando mi cintura. Mi papá no se despertó, pues tenía el sueño profundo. Y los tres pudimos descansar bien en la cama King Size.
No soñé nada mientras dormía, al menos que yo recuerde. Y gracias a ello pude descansar bien.

Una DecisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora