—¿Por qué te hacen ese efecto?
—No lo sé, solo sucede —respondí—. Me enfermaba de chica y creí que era normal, luego relacioné que justo después de que se me apareciera uno, o justo antes de que se me apareciera uno, me enfermaba.
—¿Entonces no los ves todo el tiempo? —me preguntó mi mamá extrañada. Negué con la cabeza—. Creí que los veías todo el tiempo... Aunque, si los vieras todo el tiempo estarías enferma todo el tiempo.
—No realmente. Me enfermo cuando ellos quieren que me enferme. De alguna forma les aburro y disfrutan verme enferma, o no lo sé, no es como que se los haya preguntado.
—Te cagas si lo haces.
—¡Mamá! —la regañé entre risas.
—Niégamelo —retó sonriente.
—Bueno sí, pero sería popis, no lo que dijiste.
Estaba sentada y me acomodé subiendo mi pie en la silla.
—Y no —continué—. No los veo todo el tiempo. No me lo permiten.
—¿No te lo permiten pero sí decidiste quién sabe cuándo y quién sabe cómo, verlos?
—Con respecto a cómo decidí o no verlos, no tengo respuesta, y con respecto a que no me lo permiten: pienso que es como cuando fuimos a la playa y vimos cangrejos salir de sus hoyos en la arena; ellos no querían que los viéramos, por eso se escondían cuando nos acercábamos; pero una noche salimos y los vimos de reojo, ¿te acuerdas?, y cuando les apuntamos con la lámpara para mirarlos no les quedó de otra más que estarse quietos y esperar a que ya no los viéramos. Tipo, "si no me muevo no existo".
Lo dije sin pensarlo, y un bombardeo de ideas me golpeó.
Los cangrejos se ocultaban porque los humanos teníamos poder sobre de ellos, teníamos la capacidad de atraparlos y matarlos, por eso se escondían. ¿Sucedía de la misma forma con los shedas? ¿Es que acaso tenemos poder sobre de ellos y se esconden por temor a lo que podemos hacerles? Pero... esa idea no encaja con el por qué se me aparecen y por qué buscan asustarme con sus malévolos rostros...
—O sea —dijo mi mamá y me sacó de mis cavilaciones—, que no te dejan que los veas todo el tiempo, sino que a veces los atrapas con la guardia baja y por eso los ves.
—A veces. Y otras ellos mismo se presentan y buscan asustarme con esas caras tan feas que tienen.
Mi mamá dejó caer su cabeza hacia atrás y luego se recargó sobre la mesa.
—¿Podrías dibujarlos?
—¿¡Qué!?
—Guau, espera, tranquila —dijo al ver mi reacción.
Mis pulmones se habían olvidado de trabajar.
—¿Fue una tontería lo que dije? —se adelantó con mirada lastimera.
Me forcé a respirar y exhalar.
—Sería muy... —me detuve—. No podría hacerlo. Si los dibujo los estaría manifestando. Y ya de por sí es insoportable que se aparezcan cuando se les pegue la gana. Tener una hoja en la que ellos estén impresos (y no hablo en sentido figurado, porque tal cual los estaría tatuando y uniendo al dibujo), sería de locos.
—¿Al hacer un dibujo los manifiestas?
—Sí, porque no estaría haciendo un dibujo cualquiera; sería el dibujo de un sheda en específico y con el físico que siempre me deja ver; estaría pintando todo de él en una hoja de papel. Aunque —me detuve pensando—, no necesariamente por dibujarlo tal cual lo manifiesto; muchas películas y series están llenas de shedas y ni siquiera se ven físicamente.
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Una Decisión
Fantasy-¿Qué está escrito? -pregunté en voz baja, observando atentamente aquello exótico. -El nombre de mi padre y el mío. Hasta ahí me atreví a tocar mi frente. No sentí diferencia, mis dedos palparon mi piel de siempre. Y las letras siguieron allí. -¿...