Seguro parecía hipnotizada, una loca embobada por el agua, pero solo era una joven de diecisiete cautivada por las palabras sobre su frente.
—¿Qué está escrito? —pregunté en voz baja, observando atentamente aquello exótico.
—El nombre de mi padre y el mío.
Hasta ahí me atreví a tocar mi frente. No sentí diferencia, mis dedos palparon mi piel de siempre. Y las letras siguieron allí.
—¿Es como una...? —«Marca» dije para mis adentros.
—Es un sello. Una decisión.
Mi respiración se volvió mansa.
—¿Jacques buscaba suplantarlo a usted?
—El enemigo siempre busca alejar a quienes me conocen o necesitan conocerme, para que no vivan.
—Y estoy aquí —aseguré. Viva.
Vi a su reflejo sonreír, hasta que su rostro volvió a no mostrar emoción alguna.
—Jacques no solo ha intentado tomarte a ti. Sabe engañar, mas no a todos los ha logrado atrapar.
Mi alegría desapareció.
—¿Julio...?
—Es un joven que ha caído en sus manos, por decisión propia.
—¿Julio no es un sheda? ¿No es su hermano?
—A veces cuando necesitamos un amigo invitamos a nuestra vida a la persona equivocada.
No eran hermanos. Julio debió pasar por algo tan fuerte y feo en su vida que cuando conoció a Jacques fue a lo único que se pudo sujetar.
Se me encogieron las entrañas.
—El sheda de Kanya, el que no he podido ver, siempre fue Gadol, ¿cierto?
—La imagen de Jacques te impidió ver al Gadol que ya se te había presentado.
—¿Y por qué Kanya no reconoció a Jacques cuando dijo que vio a un amigo mío por la casa?
—No a todos se les presentan de la misma forma.
Mis muelas me dolían de tanto apretarlas. Entonces capté movimiento en el agua. Dos peces rayados de color amarillo. Eso hizo volver a centrarme en los nombres dorados sobre mi frente.
—No lo tenemos todos —afirmé, sin saber realmente quiénes tenían o no el sello.
—No solo por verme, hablarme, o venir a Rakia, se consigue.
Saqué el aire de mis pulmones y me enderecé.
—Seguiré encontrándome con shedas de apariencia inocente, ¿no?
—El aprendizaje se adquiere cuando se vive, y no volverás a dejarte engañar si te mantienes a mi lado. Batallarás contra ellos todos los días.
Al hablar sobre batallas vino a mí la imagen de una armadura y espada. Pasé meses sin pensar en aquello, porque temía tener que pelear de verdad. Sin embargo no lo podía aplacar.
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Una Decisión
Fantasy-¿Qué está escrito? -pregunté en voz baja, observando atentamente aquello exótico. -El nombre de mi padre y el mío. Hasta ahí me atreví a tocar mi frente. No sentí diferencia, mis dedos palparon mi piel de siempre. Y las letras siguieron allí. -¿...