Capítulo 5

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Llevé la bici a mi casa y pedí permiso para salir con ellos. Mis papás preguntaron por el grupo con el que estaba y como ya conocían a Marlon, dijeron que sí podía ir. Cuando la conocieron, mis padres hicieron varios comentarios —no en burla— sobre su nombre, pues es de hombre, pero Kanya la defendió audiblemente. Ese mismo día Lucas, hermano menor de Marlon, nos acompañó a mi casa cuando regresábamos de explorar el pueblo, y a juzgar por la reacción de los bellos ojitos de mi hermana al verlo, supuse que la flechó.

De camino nos pusimos de acuerdo en que todos queríamos hamburguesas, así que me llevaron por las calles del pueblo con las que estaba comenzando a familiarizarme. No tardamos mucho en llegar a un puesto de hamburguesas de nombre Bocadillos Grasosos. Era espacioso, tenían tres mesas rojas con dos sillas metálicas cada una, estaba la barra de madera, y detrás de ésta tenían freidora, estufa, fregadero y un refrigerador pequeño.

«Que el nombre no sea tal cual» deseé inquieta, observando el gran letrero con luces que tenían en la parte de arriba. No me gustaba la grasa.

—¿Qué pasa?—preguntó Jessica en voz baja.

—¿Son muy grasosas?—inquirí, con el semblante funesto.

—Amor, no me vayas a decir que estás gorda. Tienes perfecta forma —riñó dulcemente—, y puedes comer lo que te plazca la gana. Tu cuerpo merece disfrutar lo que tu paladar quiera degustar.

—Muchas gracias Jessica —sonreí—. Pero no es eso. No me gusta comer nada grasoso, me da mucho asco —dije apenada—. No soporto ver el aceite escurrir de lo que estoy por comer, y me da aún más asco sentir la grasa en mis dedos y boca.

Najim estaba cerca y supongo escuchó nuestra conversación porque dio un medio giro y me habló con sus ojos puestos en los míos.

—Si no quieres que esté grasosa, les puedes pedir que no la hagan así.

—Pero si se llaman grasosos —repliqué—, sería como pedirle a Toretto que maneje a veinte. 

La referencia los hizo sonreír, y el lunar de Najim se alzó a la vez de sus labios; era muy lindo. «El lunar, el lunar era lindo» aclaré para mí misma.

—Ellos están para complacer al cliente —se encogió de hombros.

—Sí, pero si el cliente sabe cómo preparan la comida no puede llegar y hacer lo que guste y mande con su forma de cocinar —respondí con pesar.

—Correcto —dijo tranquilo—, y tú no sabías cómo la preparaban hasta que estuviste aquí, así que puedes pedirla como quieras. Aparte —agregó—, Leo siempre pide una carne sin grasa ni especias para Apolo.

—No habrá problemas si haces algo parecido —aseguró Jessica.

Pensé sobre lo que acababan de decir, y estando dentro de mi burbuja escuché:

—¿Tú cuál quieres, Aisha?

Pregunta proveniente de Marlon, quien me extendió una carta de plástico que supuse era el menú.

Ya que estaba en mis manos la miré. Había varias opciones que se veían apetitosas, pero una en especial llamó mí atención: Dos piezas de carne de res, con queso Americano, tocino ahumado, lechuga, tomate, pepinillos y mayonesa. Servida en pan de ajonjolí recién horneado.

«Supongo que solo por hoy puedo pedir que preparen una hamburguesa de diferente forma» pensé con el ceño fruncido.

Me acerqué a la barra frente a la que estaba Marlon. Un señor calvo y barbón el cual había atendido a mis estimados se giró para atenderme.

Una DecisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora