Capítulo 20

8 3 0
                                    

Terminamos recostados debajo de un árbol cerca del prado donde se encontraba el pozo. Había tomado de la cocina mi chamarra que no me hizo falta poner; no hacía ni frío ni calor, así que la tenía a un costado mío.

No muy lejos de nosotros estaban también nuestros caballos. Disfrutamos del ambiente, no me atrevería a decir "silencio" porque éste significaba ausencia total del sonido, y nuestros corazones tanto como la naturaleza hablaban por sí mismos.

Daría lo que fuera por detener el tiempo y quedarnos tal y como estábamos el señor Jabér y yo. No ansiaba volver a mi hogar, pero sabía que el momento se acercaba porque ya llevaba más de siete horas aquí, y al menos varios minutos habrán transcurrido allá; no quería llegar a preocupar a mis papás con mi persona fuera de casa más de una hora. No era propio de mí, por eso ayer que prácticamente me la viví fuera, estaba angustiada por la reacción de mis papás. Supongo que creyeron que se debía a mi emoción por vivir en un nuevo lugar y conocer y explorar; en parte así era, sin embargo yo siempre prefería no salir, estar en mi casa, en mi cuarto leyendo, y no obstante leer en mi cuarto se me antojaba poco ahora que tenía esta oportunidad de trasladarme con solo pedirlo; viajar a un nuevo mundo, ir a un reino donde habitaba el hombre más increíble que hubiera conocido. No perdería la oportunidad de venir para verlo, jamás.

Sentía la blanda hierba debajo de mí, y el calor corporal de Jabér a mi lado. ¿Había algo más perfecto que ésto?

-¿Cuál es su animal favorito? —le pregunté tras haber imaginado las distintas criaturas que existían en su reino.

—Mmm... —El modo en que sus cuerdas bucales rebotaban dentro de su garganta y emitían el peculiar y delicioso sonido de su voz era polifonía para mí—. Los corderos. —No lo vi, pero estoy segura de que sonrió—. Son animales mansos, vulnerables; sus vidas dependen completamente de su pastor porque no se defienden ni se valen por ellos mismos, una oveja perdida es oveja muerta. Conocen a su pastor y solo a él escuchan y obedecen. Son rumiantes: vuelven a masticar el alimento después de haberlo tragado y depositado en el estómago. ¿Sabes lo importante que es volver a masticar el alimento las veces que sea necesarias?

Giré mi cabeza para poder verlo.

—No está hablando de la comida normal, ¿verdad?

Sonrió complacido y siguió hablando.

—Sus pupilas son rectangulares, esa figura tanto como el cuadrado representa seguridad y orden; es importante tener un orden en tu vida para saber que está funcionando correctamente. Viven en rebaños para asegurar su supervivencia individual, si algo los amenaza se refugian en el centro de su grupo para minimizar las posibilidades de ser devoradas por un depredador. Egoísta ¿no? —elevó la comisura de sus labios— No necesitan de esa autodefensa cuando tienen un buen pastor, porque cuando son guiadas por el buen pastor: están seguras.

Suspiré tranquila por el dulce sonar de sus palabras.

—¿El cordero que me guió era suyo?

—Todo pertenece a mi padre.

Su padre.

Llevaba mucho tiempo aquí y no le había preguntado por él.

—¿Cómo se llama?

Fue su turno de girar la cabeza para que nuestros ojos se encontraran.

—Su nombre es El.

—No lo vi en el castillo... ¿dónde se encuentra?

Rio fuerte, pero no en son de burla.

—Algún día te permitirá verlo.

Eso me tomó por sorpresa.

Una DecisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora