Capítulo 12

10 2 0
                                    

Seguí llorando entre sus brazos y él siguió abrazándome sin soltarme ni un solo centímetro. Me sentí protegida, aunque fuera al menos por un par de minutos; la verdadera protección la necesitaría en la noche, cuando me volviera a enfrentar a la fuerte potestad. Nadie estaría ahí para mí. Aunque ahora, rodeada así, mi mente comenzó a trabajar muy rápido, y no tardó en pensar si podría cambiar mi horario para dormir: el sheda había llegado alrededor de las dos de la mañana y supongo se fue hasta las tres; me podría quedar despierta hasta que mi sien dejara de dolerme y luego podría dormir todo lo que quisiera.

«Sí, ¿y cómo le harás con la escuela?»

Cierto. Tendría que pensar en otra solución llegado mi horario madrugador.

Najim retardó en soltarme, pero cuando nos despegamos comenzamos a caminar y me terminó contando cómo fue su primera vez viendo a uno de ellos: Hacía ocho años, cuando él tenía unos nueve, se encontraba frente a la puerta que daba a su patio trasero, estaba lloviendo a cántaros y varios rayos se distinguían a lo lejos; pero no fue sino hasta que uno cayó cerca y su patio se iluminó por completo que, frente a él se encontraba un hombre de bombín. Najim se había shockeado más que asustado, seguido de ese rayo cayó otro y el hombre en su jardín fue iluminado otra vez, pero ahora se encontraba a escasos metros de la puerta. Eso sí lo hizo asustar, y no lo pensó dos veces para irse corriendo de allí.

A esa historia le siguieron otras más y hablamos hasta que a cierta señorita le entró hambre porque no había desayunado gracias a haber salido corriendo de su casa rumbo a la de Marlon. Nos encaminamos hacia un puesto súper pequeño de hotdogs y comimos hasta que quedamos saciados. Najim no "tenía" tanta hambre como yo, pero su estómago de hombre pudo con más hotdogs de los que el mío fue capaz. Es impresionante la capacidad de almacenamiento que tiene el estómago masculino. Y no digo que no haya mujeres que también puedan comer la misma cantidad que ellos, solo que hasta ahora he conocido a muchos más hombres con esa capacidad que a mujeres.

—Déjame voy a mi casa —le pedí cuando caminábamos hacia el sendero conocido del parque.

—No —me detuvo—. Yo invité la comida, y la palabra "invitación" implica que tú no pagas.

Najim había invitado los hotdogs porque al salir de mi hogar con tanta prisa se me había olvidado mi monedero. En mi defensa, yo no tuve tiempo de pensar en comer, yo solo quería hablar con Marlon. Pero ahora Najim se negaba a dejarme ir a mi casa para pagárselo.

—Por favor —supliqué como niña pequeña.

—No. Tú quisiste meterte a pagar los helados, ahora déjate pagar los hotdogs.

—Eso no se vale. Tú te habías quejado de no querer pagar los helados y te cooperé. Déjame cooperar ahora.

—Coopera no pagándome nada, ¿vale? —sonrió y al verme querer replicarle se adelantó a mi palabra— Fue tu pan para el susto.

Hice un mueca y desistí a seguir discutiendo. Hay batallas que sabes que puedes ganar, y ésta no era la mía. Llegado su momento yo pagaría lo que fuéramos a comer en un futuro: y él no podría negarse.

A lo lejos, donde había visto una horas atrás a Najim; vi a Marlon. Estaba hablando con Lucas y otros tres jovenes que no reconocí.

No mentiré al decir que me enojé cuando la vi. Estaba molesta porque no me fue de ayuda el día anterior y no había estado cerca cuando sucedió "eso" en la madrugada. No obstante mi enojo se desvaneció cuando nos acercamos y esa sonrisa encantadora que la caracterizaba se encontró conmigo.

Una DecisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora