Me recompuse, dirigí mi atención a Jabér; éste ya estaba sobre Jayim, que aún parecía un caballo en llamas. Lo que serían sus venas marcadas, se miraban como olas de brasas, agitadas por el exquisito viento. Y así como el fuego te cautiva con su constante baile, Jayim me tenía absorta en su pelaje, que bailaba de un lado a otro glorioso, como si estuviera en una batalla de vals. Jabér, encima suyo, no perdía belleza ante el animal; él también deslumbraba y su mirada era potente; sus ojos eran llamas de fuego. Ambos congeniaban perfectamente.
—Venga —animó su impecable voz.
Ambos caballos comenzaron a andar; mi cadera se movía hacia adelante, siguiendo los movimientos de Mahir y, de alguna forma, supe que podía agarrarme a su crin. Lo hice. Me sujeté firme, sin lastimarlo. Avanzamos entre algunos bajos árboles, hasta que éstos se hicieron cada vez más altos. Dejé que los olores me inundaran, con el constante movimiento de mi cadera y la magnífica figura de Jabér a mi derecha.
Él no me dio ninguna clase previa sobre cómo cabalgar. No me preguntó si había cabalgado antes. Él sabía que yo sabía hacerlo.
Durante años, cuando vivimos en la ciudad, mi familia y yo íbamos a las afueras a una reserva donde había un gran bosque; tenían palapas, asadores, restaurantes, miradores, cabañas, tirolesas y, paseos a caballo. Gracias a esos viajes con mi familia me convertí en, no una experta, pero sí una joven que sabe cabalgar. Por mucho tiempo gracias a esa reserva deseé tener un caballo propio; sin embargo Joan, nuestro padre, nos decía a Kanya y a mí que los cuidados para mantener un caballo eran costosos, y difíciles de mantener. Y de igual forma, ¿iba a tener un caballo en el patio de mi casa? ¿En serio? Un caballo se merecía un mejor aposento. Por eso nunca tuvimos uno. Sin embargo el deseo siempre estuvo ahí. Y ahora tenía a Mahir.
—¿Cuándo fue que usted y Jayim se unieron? —pregunté curiosa, con mis ojos y oídos atentos a mi alrededor, y centrada en la futura respuesta de Jabér.
Él soltó un silbido —¿o soplido?—, elevó la vista en un punto lejano del cielo rosado, y después sonrió curioso.
—Fue hace ya bastante, pareciera que siempre estuvimos juntos. ¿No se siente así? —preguntó en dirección a su compañero.
Éste relinchó y comenzó a trotar a causa de su diversión. Mahir lo siguió en eso. Ahora Jabér y yo nos encontrábamos dando saltitos rápidos. Cuando menos caímos en cuenta, ya avanzábamos a bastante velocidad.
—Esto es como correr en la Fórmula Uno —exclamé con el viento golpeando mi cara.
—¿Lo sientes así? —inquirió divertido— ¿Qué tal una carrera?
—¿Carrera? —repetí estupefacta— ¿a dónde? —balbucí— Usted ganaría sin ninguna duda.
Volteó la cabeza y carcajeó suave. Luego me observó felizmente sonriente.
—No dudes de lo veloz que es Mahir —advirtió risueño, lanzando una mirada alegre a mi caballo.
—¿Y dónde sería la meta? —cuestioné interesada en seguir explorando el área
—¿Recuerdas las cataratas? —Mi ojos se abrieron grandes, iluminados por la bella imagen de ese paisaje— Esa será la meta.
—Vale —me decidí emocionada—. ¿Ya?
—Ya.
Ambos animales, ante esa palabra, aceleraron el paso. Mi cuerpo automáticamente se inclinó hacia adelante, mis manos se aferraron fuertes a los cabellos de Mahir, mi cadera se movía muy rápido y mi vista no era capaz de enfocar mi alrededor; los árboles se acercaban y alejaban con mucha rapidez: convirtiendo el paisaje en borrones. Entrecerré los ojos a causa de la fricción del aire, y aún así podía distinguir la figura de Jabér a mi lado. Ambos íbamos parejos, eso diría yo; sin embargo noté que miraba a Jabér a mi diagonal, no a mi completa par. Supongo Mahir también lo notó, porque de una increíble y majestuosa forma consiguió rebasar a nuestro oponente. Él por su parte no se quedó atrás por mucho tiempo, nos alcanzó y estuvo a nuestra par unos minutos, luego nos rebasó cuando dio la vuelta cerrada hacia la derecha.
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Una Decisión
Fantasy-¿Qué está escrito? -pregunté en voz baja, observando atentamente aquello exótico. -El nombre de mi padre y el mío. Hasta ahí me atreví a tocar mi frente. No sentí diferencia, mis dedos palparon mi piel de siempre. Y las letras siguieron allí. -¿...