—Buenas tardes, ¿cuál es tu nombre?
Giré mi rostro para ver al hombre alto y pelinegro que se encontraba a dos metros de mí.
—Aisha —respondí distante.
—Mucho gusto Aisha, soy Sergio. Pasa por favor.
Movió su cuerpo haciendo ademán para que yo cruzara al cuarto que se veía detrás suyo.
—Doctor, vinimos por un piquete que le salió a Aisha en el hombro, pero ya no está. Ya no lo tiene —dijo Marlon.
—¿Un piquete? —entrecerró los ojos— ¿Te picó algún insecto? —inquirió.
—No —contestó Jessica—. Doc, le prometo que lo que sea que le pasó a Aisha no fue normal.
—Aisha, pasa por favor. —Me levanté para seguirlo, y junto conmigo también lo hicieron los demás—. Solo Aisha, y uno de ustedes.
—Yo voy.
Nadie le replicó a Marlon, así que ambas seguimos al doctor Benítez a la habitación.
Era un cuarto beige rectangular, no muy grande. Había un escritorio normal, como los de cualquier consultorio. Solo que éste tenía algo que llamó mi atención; se trataba de una figura de metal. Constaba de un escritorio pequeño, que tenía un asiento donde estaba sentada una figura, y la otra estaba de pie con un estetoscopio tocando la espalda de la primera. También había lo que supongo era una báscula clínica. Todo estaba hecho de tuercas.
—Me lo regaló mi hermana —explicó el hombre—. Es muy lindo, ¿a que sí?
—Sí, es una obra linda —respondí con mi mirada todavía en la figura—. Es artesanal, ¿no?
—Sí, me lo compró en un centro cuando fue de viaje a... uy, no me acuerdo a dónde fue. —Rascó su cabeza. Sus cabellos eran cortos— Bueno, tomen asiento por favor.
Extendió su mano hacia las dos sillas negras que teníamos frente a nosotras. Nos sentamos mientras él sacaba unas hojas de papel rosa del cajón que tenía el escritorio.
—Entonces —dijo, entrelazando los dedos—, ¿qué fue lo que le pasó a tu hombro?
Le contamos todo, desde el momento en que salí de mi casa en mi bici, hasta el momento en el que entramos por la puerta del cuarto donde nos encontrábamos. Marlon y yo éramos muy descriptivas, no nos faltó ni un solo detalle. Aunque es obvio que omití la parte de la cosa entre los árboles.
El médico no nos interrumpió, solo dejó que contáramos lo sucedido, y una vez terminamos, él habló.
—He de suponer que por la forma de relatar lo que vivieron, pensaron en todo lo que te pudo haber picado. —Asentimos y continúo— Bien. No te picó nada en el bosque. No te picó nada en el puesto de Alejandro. Simplemente de un momento a otro ya tenías un punto rojo en tu hombro, ¿me equivoco?
—Todo correcto —dije.
—Permíteme revisarte.
Se levantó y con su mano pidió que me subiera a la camilla que tenía a mi izquierda. Me levanté de la silla y me subí a la camilla. Era gris.
—¿Qué edad tienes, Aisha?
—Diecisiete.
—¿Eres alérgica a algo?
—No.
—¿Eres de piel sensible?
—No, no lo soy. Todo lo contrario. A veces me golpeo muy fuerte y apenas se nota un moretón.
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Una Decisión
Fantasy-¿Qué está escrito? -pregunté en voz baja, observando atentamente aquello exótico. -El nombre de mi padre y el mío. Hasta ahí me atreví a tocar mi frente. No sentí diferencia, mis dedos palparon mi piel de siempre. Y las letras siguieron allí. -¿...