Capítulo 42

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Ambas intentamos hablar con ella, pero no nos dejaba pasar. Gritó repetidamente "no son divertidas esas bromas".

—Hermosa, por favor déjame entrar contigo —decía mi mamá con la voz más dulce.

La molestia de Kanya incrementaba porque creía que nuestra broma iba demasiado lejos; que ya había "durado mucho".

Nos rendimos en cuanto escuchamos sus ronquidos. Mi mamá me invitó a dormir juntas en su cama. Si llegase a sentir o ver algo nos levantaríamos para acudir a Kanya.

Retardamos el sueño bastante, a la espera de algo que no llegó.

—¿Ahora se enfermará seguido como tú?

—Espero que no.

—Tener dos enfermas en casa...

—¿Enfermas? —remarqué.

Me volteó a ver con el ceño fruncido y después rio, mostrándome su linda dentadura.

—No en ese sentido, boba.

—Tú lo dijiste.

Se giró y me hizo cosquillas.

—Yaa —reí, alejando sus manos de mí.

Volvimos a nuestra posición inicial.

—¿A quién crees que vio?

—No lo sé. Dijo "tu amigo" así que tal vez fue otro sheda diferente al niño que siempre viene. No lo vi, así que no sé qué decirte.

—¿Ni siquiera lo sentiste? Estabas sola.

Mis ojos me dolían de cansancio, pero su pregunta me quitó el sueño unos instantes.

—Puede que no haya sido un sheda de mucho poder, es decir; relativamente ya me acostumbré a sus presencias, por eso quizá solo siento dolor, incomodidad, o pesar, cuando se trata de un sheda fuerte.

—¿El que vino era de los débiles?

—Tal vez —murmuré.

—Ya no sé si me gustaría verlos —murmuró, igual de cansada que yo.

—¿Por?

No me contestó. Dudé de si me había escuchado por lo bajo que hablé. Pero respiró profundo y respondió:

—No quisiera ser atormentada de esa forma.

Respiré lentamente.

—Yo tampoco.

Nuestros ojos terminaron cerrándose de cansancio, y por momentos me desperté esperando escuchar un grito, o sentir mi cabeza a punto de explotarme de dolor; sin embargo fue una noche extrañamente tranquila.

Despertamos a las diez. Mi mamá le tocó la puerta mientras yo esperaba en la cocina para desayunar. Decidí estar abajo porque seguro era la última persona que Kanya quería ver. Y ni si quiera fue por algo que hice. Quizá por algo que no hice. Si hubiera tocado el tema con ella más veces habría estado preparada para lo que vio ayer.

Me entretuve jugando con mis dedos, pensando en las veces que Jacques los recorre con los suyos. Leta cruzaba entre mis piernas, y se detuvo a mi lado, mirándome con profundidad.

Agudicé el oído al escuchar un sorbido de nariz.

Kanya estaba llorando.

Me levanté de la silla, pero me volví a sentar.

«Arruinarás las cosas si subes.»

Solo quería ayudar.

«Ayuda quedándote abajo» me dije.

Una DecisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora