Sorbí mi nariz en un intento de respirar, y automáticamente Jabér me extendió un pañuelo. Era de tela. Pese a la situación: reí. Había visto algunas películas y leído varios libros donde el caballero le ofrece a la protagonista un pañuelo de tela para enjugar sus lágrimas. Y esa chica ahora era yo; yo era la protagonista, por primera vez en mi vida. Recibí el pañuelo e hice uso de él.
—¿Cómo voy a ser su instructora si yo no tuve una guía? —pregunté con ardor en la garganta.
—Me tienes a mí.
Mordí mi lengua para no atacarlo con preguntas groseras, sin embargo éstas aún así se formaron en mi mente: ¿por qué hasta ahora salía a la luz mi guía? ¿Dónde estaba cuando verdaderamente lo necesité? ¿Por qué ahora y no hace unos años? ¿Qué hacía diferente éstos tiempos? ¿Y por qué debo yo ser la guía de Kanya si Jabér fácilmente podía invitarla a su reino?
—Respira. No te hagas enredaderas ahí dentro —me tocó la frente—. Todo tiene un por qué, y éste no te toca saberlo; a menos que mi padre te lo quiera revelar.
Pasé un brazo por mi rostro para secármelo.
—Lo siento —fue lo único que se me ocurrió decir.
—Todo está bien.
Y me atrajo con sus brazos.
¿Se puede describir algo tan perfecto como estar bajo su abrazo?
Mi cabeza quedó escondida sobre su pecho y pude escuchar sus latidos. Ni siquiera el sonar de su voz era tan perfecto como su corazón. Sus bellos latidos, rítmicos y musicales, me atraían y calmaban como una canción de cuna. Su calor corporal me envolvía como si estuviera abrazando al sol. Me quemaba, pero no al punto de quererme quitar; su calor me hacía querer pegarme más y fundirme para convertirme en un metal puro.
—Lo quiero mucho, señor.
—Yo te amo.
Recargó su cabeza sobre la mía y sus fuertes brazos me envolvieron con más solidez, impidiéndome cualquier movimiento; y, ¿por qué querría yo moverme? Podría estar abrazada a él hasta el fin de los tiempos, no quería salir de su abrazo. Era el más cálido y amoroso que jamás hubiera recibido. Me sentía segura bajo su cobertura y amaba el aroma que de él provenía. Sus perfumes eran completamente exquisitos y respiré profundo para llenarme con su fragancia. Jabér me tenía enamorada.
Nuevamente comencé a llorar.
—¿Por qué siento que lo conozco de hace tiempo?
Lo escuché sonreír.
—Tal vez porque así es.
—¿Y por qué no me acuerdo de usted? —pregunté, aún con mi cabeza bajo sus brazos.
—Estabas temerosa, con miedo a lo que podías ver. Vivías en miedo y no pudiste ver mi luz frente a ti. Siempre estuve contigo.
—¿Y por qué no fue hasta que llegué aquí que pude venir?
—Cambiaste de ambiente. Creíste que te librarías de los shedas al mudarte, ¿no es verdad? —Asentí sobre su pecho— Pues no estabas del todo equivocada. Al cambiar de aires, cambiaste de potestades. Te libraste de los shedas que habitaban en la ciudad, sin embargo; en un mundo reinado por shedas, no se puede escapar, se encuentran en todos lados. —Mi semblante se ensombreció— Si entras a una librería, verás libros por todos lados; de diferentes categorías dependiendo el área en el que te encuentres; podrán ser de distintos tamaños, editoriales, portadas y contenidos, pero todos son libros.
—¿Y por qué al cambiar de "área" fui capaz de conocerte? Una vez escuché que para poder hay que querer, ¿cuándo fue que quise, sin saberlo, y que pude?
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Una Decisión
Fantasy-¿Qué está escrito? -pregunté en voz baja, observando atentamente aquello exótico. -El nombre de mi padre y el mío. Hasta ahí me atreví a tocar mi frente. No sentí diferencia, mis dedos palparon mi piel de siempre. Y las letras siguieron allí. -¿...