Capítulo 29

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Alerta giré mi cabeza en busca de esas malévolas y fastidiosas risas.

Estaba cerca del claro del bosque.

Me sobresalté al advertir la ausencia del dorso de Mahir debajo mío. Llevé mi vista donde segundos antes mis muslos habían estado apretando los costados de Mahir. Elevé rápido mi cabeza y me encogí levemente al notar que no me encontraba cerca del pozo: estaba a varios metros del conocido claro. Luego busqué entre los árboles, esperando —no deseando— encontrar a los que se habían reído.

Comencé a caminar, mirando enfrente, a los lados, atrás; por si aparecían las cochinadas de shedas. Giré incontables veces sin encontrar nada, hasta que llegué al final de la hierba, donde comenzaba la acera; y fue en ese preciso momento en el que pude apreciar a un sheda en específico desaparecer detrás de un árbol a mi derecha.

Entorné los ojos, pensando que podía obligarlo a volver a aparecer.

Qué tonta era mi idea, pero después de haber tenido esa conversación con Jabér sentí que no perdía nada intentándolo.

—¿Acaso quieres desintegrar el árbol con tu super mirada?

Me volteé.

Después de ver quién era decidí seguirle el juego.

—Planeaba hacerlo con todo el bosque.

—Llámame cuando lo logres. Aunque es más probable que te desintegres tú primero —se burló Najim.

—O primero tú; para como te cuidas capaz te gano en la vejez.

Arrugó su ceño.

—Me cuido bien —se defendió.

Esbocé una sonrisa apaciguadora. Najim también destensó su frente, y miré nuevamente el lugar donde había desaparecido el sheda.

—¿Uno de ellos? —intuyó.

—Sí... —murmuré y me volví hacia él—. ¿Cómo conociste a Jabér?

Se sorprendió y me miró intrigado.

—¿Jabér? —repitió. Agité la cabeza.

Entornó los ojos y sonrió lentamente de lado tratando de encontrar las palabras, o de seguir el hilo de mis pensamientos. Pareció no entender lo que le dije.

Pero se supone que lo conocía, ¿no?

—Jabér —expliqué—. Hoy estuve con él, en Rakia. Me dijo que el mismo pájaro que se me apareció jugó contigo.

Su mirada se amplió e iluminó al instante.

—¡Conoces a Aj!

Me extrañé de golpe.

—¿Cómo?

—Aj... —divagó— ¿A ti también se te presentó como Jabér?

Fruncí aún más la frente. «También» me repetí.

Najim lo estaba llamando Aj. Mi Jabér era su Aj.

¿De esto hablaba Jabér cuando dijo que tenía muchos nombres?

Deshice la arruga en mi cara.

—¿Cómo que también?

—Ah, Marlon también lo conoce como Jabér.

—Oh... bueno... Él. Aj, Jabér... —incliné la cabeza—. ¿Cómo lo conociste?

Sonrió como nunca lo había visto hacerlo. Sus dientes se dejaron ver por completo, rectos y perfectos; igual que sus mejillas alzándose creando dos bolitas perfectamente formadas sobre sus pómulos. Ese lunar suyo sobre el labio se elevó junto con toda su sonrisa y parecía mucho más lindo que antes. Sus ojitos cafés pese a ser oscuros brillaban como el cabello bajo el sol. Todo su rostro era la definición de gozo. «¿Así me veía yo cuando pensaba en Jabér?» me pregunté.

Una DecisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora