Capítulo 2

45 5 0
                                    

—Ya me entumeciii —se quejó Kanya.

Habíamos llegado a la cafetería que mi mamá me había mencionado, después de cuarenta minutos de estar en el carro.

—Y eso que llevamos muy poco trayecto —le dijo
papá.

Él vestía unas bermudas beige junto con una playera azul que hacía juego con sus tenis. Y tenía razón con respecto al trayecto, nos faltaban poco más de cinco horas de viaje.

—Pues sí, pero mis piernas son de princesa —se quejó por segunda vez.

—De la princesa Fiona —declaró él.

—Fiona de día —contestó rápidamente. Pero después de una pausa dijo:—, aunque de noche sí me pongo medio ogra.

—¿Medio? —cuestioné yo.

—Sí, medio —respondió secamente mientras sacaba su lengua.

—Bueno, ya —nos frenó mi mamá—. ¿Qué van a pedir? —preguntó mientras nos acercábamos al mostrador para ver el menú que tenían en la parte de arriba.

—Yo quiero una sola dona, cubierta de azúcar —dijo Kanya mientras estiraba sus piernas—, por favor —agregó mientras buscaba con la mirada dónde estaba el baño.

—Y yo quiero un sándwich —contesté—, por favor y gracias.

—¿Con todo? —me preguntó papá con sus ligeros rizos marrón oscuro cayendo sobre su frente.

—Sí, y un cappuccino frío, sin espuma —agregué, pues no me gustaba que ésta se atorara en el popote—, por favor.

—¿Tú qué vas a querer, amor? —preguntó papá a mamá.

Alcancé a escuchar que ella empezó a responderle "solo un..." pero no escuché el resto porque me estaba alejando para dirigirme al baño el cual supongo mi hermana ya había descubierto, pues no la veía alrededor.

He de creer que lo que mi mamá le respondió fue "una café". Porque ella, al igual que Kanya, no solía desayunar por la mañana.

Estaba por entrar a los baños justo cuando sentí que alguien me agarraba del brazo. Lo hizo con fuerza, como si me le fuera a escapar. Brinqué. La forma en la que me tocó esa —supongo— mano no fue de mi agrado. Se sintió como si estuviera por morir. «¿Me había seguido?» pensé por lo que parecieron ser segundos, aunque luego me di cuenta que todo sucedió en menos de un parpadeo. Me giré para ver a quien me había agarrado, pero al voltear no había nadie.

«Lo supuse» pensé.

—¿Todo bien? —preguntaron mis papás al unísono al ver la forma brusca en la que había girado.

Mi cara reflejaba desconcierto, lo supe por la manera en la que me veían. No tengo filtro, cualquier cosa que pase por mi mente se refleja en mi rostro. Y estaba desconcertado. Yo estaba desconcertada.

El tacto fue real, «¿Cómo era posible que me agarrara?» Nunca antes se habían atrevido a tocarme un solo cabello, ¿por qué, justo ahora que cambiábamos de hogar, tenían que querer tocarme?

—Eh... —estaba anonadada. No sabía qué decir, ni qué pensar.

—¿Amorcito? —preguntó mamá en voz baja mientras ladeaba levemente la cabeza, buscando mi mirada.

Apenas nuestros ojos se encontraron y mis labios se abrieron con intención de decir algo cuando Kanya salió de los baños sacudiendo sus manos llenas de agua, lo que provocó que a mi espalda le cayeran pequeñas gotas.

—Casi me mato en el baño —dijo acercándose mientras comenzaba a recoger en una coleta alta sus largos rizos, también marrón oscuro, iguales a los de su papá—, el suelo está mojado, y yo entré con mucha confianza corriendo, y me resbalé —rio—. Pero fuera de que casi me mato, no hay papel en los baños, ¿tú traes, ma?

Una DecisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora