Era el primer receso. Mis compañeros jugaban en la cancha del patio, haciendo lagartijas y probando trucos con un círculo de metal que no tenía idea de dónde sacaron.
—Usaste el don de Nabá —me estaba diciendo Najim, con una chispa de orgullo en su voz. Nos encontrábamos sentados en una banca, solos. Le conté lo que viví ayer, y él sabía lo que era.
—¿Ese quién es? —cuestioné.
—No es alguien. Bueno, Aj... Jabér, es Nabá, porque Jabér es todo. Pero, Nabá también es la acción, y lo que hiciste fue eso. Ruah Hakodesh te dio a conocer las cosas para hablarlas.
—Pero, ¿no era algo privado? No es que sintiera lo que ahorita te diré, pero; podría parecer una intromisión a la vida y corazón de una persona.
—Cuando aplicas ese don, lo que haces es hablar algo que ya está en su corazón, algo que la otra persona sabe, que desea, y que reconoce muy en el fondo de su ser, algo que ya entregó a El, inconscientemente; solo se necesita que se les diga en voz alta para que actúen al respecto. A veces sí atienden lo que se les dice, y, en la mayoría, lo ignoran y hacen como que nunca se les dijo.
—¿Se puede entregar algo a El sin siquiera conocerlo o saber de él?
—Bueno, éste mundo sí sabe de él, de otra forma distinta. En Rakia se nos presentó como El, pero aquí lo conocen como Hashem, y, aunque no crean en él, las leyes naturales ganan. Hashem conoce el corazón de todos, sus angustias, sus anhelos, y nos usa a nosotros como canales para llevar ese mensaje, porque el cambio debe empezar desde ellos para que él pueda actuar.
—¿Entonces dí un mensaje de El?
—A través de Ruah Hakodesh, sí.
Troné mis dedos y seguí contemplando a mis compañeros. Leo estaba grabando (o tomando foto) a Ana que intentaba cargar a Carla de caballito. Jessica tomó impulso y saltó sin aviso para quedar encima de Carla.
—¿Tú lo has hecho? —pregunté, sin desviar mi mirada mientras veía cómo se caían las tres al suelo y Leo se atacaba de risa.
—Sí. —Descruzó las piernas y recargó sus codos sobre las rodillas—. Consciente consciente de lo que hacía, en tres ocasiones; pero, Aj me dijo que ya lo había hecho varias veces. Dijo que es algo tan natural en nosotros, que muchas veces no somos conscientes de que lo hacemos.
—Pues soy muy consciente de que solo lo he hecho una vez.
—¿Segura?
Ese tono... Ahora dudaba que así fuera.
—Tal vez no —reconocí, ocultando una sonrisa que desapareció cuando volví a mirar a mis compañeros. ¿Quién de ellos cargaría con el sheda que me ocasionaba las ronchas? Creí que era Gadol, sin embargo la idea de que estuve con éstas personas el mismo día que apareció la roncha sobre mi hombro, y que estaban en la misma escuela donde me salieron las manchitas en los dedos, me hacía desviar mis pensamientos de blanco. ¿En quién estaría el sheda?
Cristian y Jacques estaban descartados. Cristian no venía a la escuela, y desde su cumpleaños no le había visto, y con Jacques solo me encontraba dos veces a la semana y algún que otro sábado si él estaba libre, por lo cual la lógica me llevaba a sospechar de Jessica, Leo, Ana y Carla que sí están todo el tiempo conmigo.
—Tienes una mirada fuerte. ¿Piensas convertirlos en sapos o lanzarles un hechizo para que estén bajo tu control? —me distrajo Najim.
—Calla —dije con fingida molestia. Desvié mis ojos al mismo tiempo que veía a Najim mirar el libro en mi mochila.
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Una Decisión
Fantasy-¿Qué está escrito? -pregunté en voz baja, observando atentamente aquello exótico. -El nombre de mi padre y el mío. Hasta ahí me atreví a tocar mi frente. No sentí diferencia, mis dedos palparon mi piel de siempre. Y las letras siguieron allí. -¿...