diecisiete:

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Sin permiso alguno, MinGyu esposó la muñeca de SeungKwan a su mano y lo arrastró por las escaleras sin la suavidad con la que acostumbra a tratar a los demás. Subirla ya era un esfuerzo mayor para alguien que no tomaba la consideración, y entrar al pasillo de cuatro puertas, entrando por la primera de la derecha, prácticamente tirándolo como un perro, le sobresaltó el pecho. SeungKwan se arrinconó voluntariamente hasta tocar la pared con su tensa espalda y garantizó que sus pulmones funcionen estables.

MinGyu, también exhausto por la arriesgada carga, tiró el libro a la única cama visible, se giró para afirmarse en la puerta y agudizar sus sentidos —priorizando su audición—, empezó a extender sus costillas con cada inhalación y ha desinflarse con cada exhalación. Se escuchó el seguro funcionar y un suspiro como un secador de cabello se enciende en la potencia menor. SeungKwan reaccionó a ese lanzamiento con el pasmo de un fantasma ante una siniestra alma en medio de su búsqueda.

La música cambiaba, las chicas se unían en grupos para imitar a las Spice Girls, Wonder Girls y Bananarama, los muchachos iban al patio trasero y unos pocos autoexcluidos rondaban la vivienda, incluyendo el segundo piso. Por fortuna de ambos, el seguro funcionaba totalmente y ningún intento de escrutinio acertaba, y estaba oscuro.

Cuando MinGyu percibió todo con seguridad, se giró, miró a SeungKwan y empezó a acortar la distancia, pero era muy lento y cruel.

—Lo sé todo —dijo, aunque no estaba muy interesado en dar a entender otro sentido con su tenue timbre, imposible de inferir—. Jeonghan no es un idiota después de todo, y se fijó con tanta precisión en tu extraño cuidado con ese libro. Ya entiendo bastantes cosas.

—¿Jeonghan lo tenía? —musitó, afortunadamente sin tartamudear, contrario a sus piernas.

—¿Qué importa eso? Al final del día, fue el único que me abrió los ojos con respecto a ti. —se quedó a exactamente dos pies de distancia, sacando algo de su bolsillo—. Esto me genera mucha intriga. —le mostró una foto arrugada de él mismo—. Todas están en perfecto estado, pero esta parece haber tenido sus aventuras.

—MinGyu… —tragó dolorosamente mientras iniciaba un callado llanto—. MinGyu, no sé… Es que…

—¿Me vas a decir que no tienes estas fotos por mera casualidad o me dirás la verdad? —la arrugó y la tiró—. Contesta. —dio otro paso, reduciendo la distancia anterior a la mitad—. Si no hablas, seré yo quien te haga hablar.

Ojalá cada gota de sus ojos fueran benditas para protegerlo de todo el dolor que estaba padeciendo su inocente y destrozado corazón, por quién más noches ha soñado y más días ha admirado desde que lo vió entrar al salón por primera vez. Un velo sagrado sería lo urgente para acallar la susceptibilidad de un, supuestamente, muy molesto y ofendido MinGyu.

«¿Te gusto?», dijo, terminando de convertir su libertad en un centímetro de miedo. Se metió en un lío del que no saldría hasta responder y mirarle a los ojos, ya que había torcido su dirección desde hace ya unos segundos, cuando un latido era más elástico que el anterior y su garganta no resistiría por mucho la obligación de silenciarse. «Oye, si te gusto, solo dilo —pidió sin ninguna suavidad—. Además, estamos en el siglo XXI, y no te culparé. Sé que estoy bueno, pero no sabía que tanto. —golpeó la pared con su palma, ratificando su intención de no rendirse hasta hacerlo hablar—. Si no te apuras, me vas a conocer».

¿Qué fin tenía extender su secreto? Jeonghan fue más rápido, MinGyu no era nada de lo que quería que fuera —sumado a su relación floreciente con Dasom—, y Hansol no estaba ahí para socorrerlo, aunque igual hubiera armado un drama.

Es mejor sacarse la culpa e ir con una reputación parcialmente manchada, pero viviendo con la paz de no ocultar algo que echaría a perder más de lo que está averiada su acercamiento, haciendo a un lado su idea de conquistarlo. «Sí», confirmó quieto, aunque eso no dejó quieto su perturbación.

I've Always Loved U • VerkwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora