veintitrés:

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No comprendía porqué confería algo trágico, si era una recompensa. Aunque le encantaría vivir con tranquilidad, ese privilegio era exótico para un simple chico como él. Pero Choi SeungCheol no presumía ser un simple chico. Choi SeungCheol perseveraba en su amabilidad y paciencia ante la fría y alerta mirada que SeungKwan sostenía en todo momento.

—¿Qué te parecen estas bermudas? —llevando la prenda de color blanca con franjas grises a los ojos—. Seguramente te quedará mejor que a mí.

—Está linda —contestó distraídamente.

—También tengo una que puede acoplarse perfectamente a ti. —regresa al closet, y regresa a SeungKwan al siguiente instante con un short rosado en sus manos—. El rosado nunca fue mi color en los pantalones, pero no tengo dudas de que te quedarán muy bien. —se lo dejó a su lado—. Puedes probarte todos los shorts que te he dejado, y en la puerta del armario tienes el espejo.

—¿Todos? —viendo que sí eran bastantes, pero por no dar la mínima atención, no se había preocupado, suponiendo que solo le daría un short cualquiera.

—Sí. Mientras yo tenga este, y gracias a ti, tú puedes elegir el que quieras de los que ya no uso. Algunos ya ni me quedan, y no sé porqué. —agarró la toalla que colgaba del picaportes de la puerta—. Yo iré a ducharme, pero no tardaré. Tienes todo el tiempo que quieras para decidir… y no solo porque te lo permito, sinó porque mis papás y mis tíos fueron al supermercado por algo para la cena. Hansol y Matt deben están compitiendo en ese juego de Mario donde todos tienen autos, hasta el gorila y la princesa de vestido rosado.

—¿Mario Kart?

—¡Exactamente! —cruzando sus brazos mientras se ríe—. Eres tan inteligente. Nunca podré encontrar a alguien igual de genio y agradable como tú, y eso que he conocido a… —abrió la puerta y sacó una pierna al exterior—… mucha gente. —sonrió.

¡Esa sonrisa entre el rencor y la seducción, la dualidad que sometía a SeungKwan a caminar sobre las llamas del odio y bajo las estrellas de los deseos más aventureros! ¡Cómo la odiaba y la deseaba! SeungKwan no podía desenredar las lianas demoníacas que SeungCheol le disparaba para urdir sus tobillos y muñecas por más de tres minutos desde que lo atacó. Por más que se había propuesto una meta en eludir su presencia, nunca llegaba al final. En Corea, sin dudarlo, no tendría ese gozo de poder derretir su congelada cabeza por los estudios y las restricciones de sus padres por él o algún otro hombre que lo tenga secretamente de rodillas.

Ahora, en cuanto a la recompensa del short: SeungKwan aprovechó que si una mosca lo observaba para tomar cuidadosamente uno de los shorts y sentir sus tejidos internos y externos, llevarlo a sus narices y agarrar lo más que pueda alguna partícula de SeungCheol. ¡Estas prendas están imbuidas de lo mejor de SeungCheol!, y tenía muchas.

De forma meticulosa, detuvo su inspección satisfactoria para apreciar una de las prendas que genuinamente llamó su atención: la rosada, algo salmón para ser preciso. Y no solo de aspecto, también de textura, esa sensación de planchar unas cortinas con tus propias manos por puro gusto de hacerlo. También la olfateó y era la que más aroma a suavizante tenía. Por eso, lo apartó de los demás para probárselo y ver qué tal le lucía.

Ya con su short anterior removido de sus piernas, cierra la puerta del armario para verse entero, pero su minuciosa atención en los detalles coincidentemente favorables para él lo pausó. Al lado de la cama —que no quedaba paralelo al armario—, justo a los pies de un mueble con la lámpara de noche, había ropa; no se distinguía con claridad qué tipo de prendas, pero había ropa, y SeungKwan quería encontrarse con… ¡Hay un short! ¡Mierda, el oro para SeungKwan! Es una prenda deportiva, y con solo tomarla con la yema de sus dedos se destaca su reciente actividad.

I've Always Loved U • VerkwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora