cuarenta y cuatro:

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El desconocido no da ningún indicio de su identidad. Le dice a SeungKwan que conoce la casa, que ha venido dos veces por asuntos de trabajo. Abre una habitación en el segundo piso, lo empuja inmediatamente sobre una cama y cierra con seguro. Lo poco asiduo en la captación de SeungKwan lo marea como un extra al alcohol, y no puede levantarse; está boca abajo en una cama, con la otra mitad de su cuerpo tocando el suelo. El anónimo se frota detrás de él de inmediato, haciéndolo gimotear con suavidad.

—¡Qué buen culo traes! —le dijo en voz baja y emocionante.

—Ahora, no aguanto —suplicaba mientras se levanta y va directo a la entrepierna, acariciando el bulto—. Déjame hacerlo.

—Usted haga lo que sabe hacer.

El anónimo se volvió más irreverente y grosero, pero a SeungKwan le fascina cada insulto, aunque realmente no los entiende del todo ni se percata que lo están humillando. El desconocido le escupe en la cara y luego lame el blanco. Como si una brasa tostase su cuerpo entero, se quita la ropa, se desespera en medio de la penetración, se acaricia. Está loco por dentro; gime, se abre las nalgas si se lo piden y se deja abofetear cuando comete una falta que no comprende debido a su veleidad. El desconocido era salvaje. SeungKwan le pide balbuceando que lo haga su puta. Cuando se agota en el piso, el tipo toma su mandíbula y le obliga a abrir la boca para venirse en su lengua. SeungKwan usa sus últimas fuerzas en tragarlo.

—Oye, perra —le dije el desconocido mientras abrochaba su cinturón—, te he visto trabajando en la cafetería que está cerca de la universidad.

SeungKwan no habla, no puede, apenas escucha. El mareo lo está matando.

—Pasaré por ti el lunes a las seis. La pasaremos bien. —le sube el bóxers—. Vístete o sabrán que te gusta masturbarte en casas ajenas.

Termina echándole la ropa sobre su rostro y sale de la habitación.

...

Es consciente de que respira, de que está vivo, pero no entiende muy bien por qué no lo disfruta. Abrir los ojos le taladra la vista con fuego y moverse es como tirar de una pared con una soga atada en su cabeza. No quiere pensar en porqué el culo parece haber sufrido un calambre; recuerda muy poco. La luz, la lumbre en los ojos, se apaga, se hace humo, las cenizas era el polvo que puede diferenciar de la atmósfera, y la lumbre el rayo de día entrando por la ventana desnuda. Ya era domingo y él no sabe dónde está. Se acuesta a su lado izquierdo, pero lo primero que ve es a Chan, vestido justamente como ayer, dormido.

«¿Chan?», se pregunta dentro de sí. Se mueve otro poco; está semidesnudo, cubierto por las sábanas de la cama. Las acaricia y se las quita de encima. Quiere levantarse, pero se siente peor que nunca y vuelve a acostarse. Gime de irritación por un sismo en su cabeza, aprieta sus ojos, se siente sudado y seco al mismo tiempo.

—¿SeungKwan?

Gira en dirección de la raíz de la voz. Chan lo mira con una sorpresa incierta. Se apoya en sus manos para levantar su cuerpo un poco, peinando su cabello para mejorar la apariencia.

—Estás bien, ¿verdad? ¿No te duele nada?

—Chan —susurró—. ¿Chan?

—Calma, descuida. —se levantó y caminó rápidamente al otro lado—. Estamos en la habitación de Wonwoo.

—¿La habitación de Wonwoo? —se sienta bruscamente y retrocede con resaca, lentamente—. ¡Ay, ay, mi cabeza!

—No te esfuerces. —lo ayuda a recostarse—. No es bueno que hagas eso luego de lo mucho que bebiste.

—¿Qué sucedió? Trato de recordar pero todo lo que veo está difuso, dando vueltas como un espiral.

—Nadie sabe con exactitud qué te pasó, pero de que bebiste, bebiste y mucho. HyunSik nos dijo que estabas acá, casi desnudo, acalorado, mareado. Supuso que buscabas un lugar cálido y oculto, porque te persiguió con la mirada...

I've Always Loved U • VerkwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora