dieciocho:

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Alrededor de las ocho de la mañana, SeungKwan mira por última vez a sus padres desde las escaleras del avión, quienes estaban en el límite máximo permitido para quienes no iban a abordar, con la intención de volver a despedirse nuevamente, ya que sus vacaciones estaban encendiendo sus motores. Luego de eso, aparte de sentirse dolido por un momento, se dirigió a su asiento correspondiente: el setenta y nueve, junto al ochenta de Hansol. Ninguno tocó la ventana.

—Recuerda: no comer masticando fuerte, no llorar por la turbulencia, no gritar, no escuchar música sin audífonos, no roncar y no…

—Hansol, no soy un niño o un analfabeto. Estoy a menos de dos años de cumplir los diecinueve, y eso quiere decir que sé todo eso.

—Nunca has viajado en avión. —se monta en su asiento y le abrocha el cinturón de seguridad—. Listo, ya estás listo.

—¿Sabes que puedo abrochar un cinturón de seguridad sin ayuda?

—Solo quiero que estés bien… No pagamos la primera clase, porque a mi papá le parece muy ostentoso. No sé cómo es ahí, pero me imagino que hay robots que hacen todo por uno.

—¿Quieres ser mi robot o qué? —indeciso entre reír o quedarse sin respuestas.

—Oh. —miró a la izquierda y luego a la derecha—. Pensé que te gustaría recibir mejor atención.

—Sólo duérmete —dijo riendo.

Hansol le dio un golpe en su hombro, añadiendo un molesto «idiota». SeungKwan, ya conocedor de sus bromas e insultos amigables, también se echó a dormir. La señora Chwe le dijo que era lo ideal, principalmente porque aterrizarán en Florida durante la madrugada, y quedarse despiertos les afectaría la pasantía de casi cuatro semanas en el país norteaméricano.

Bueno, no es que SeungKwan tenga impedimentos para dormir, porque desde que conoció a MinGyu en totalidad, todas sus noches están relacionadas con él: «Todas las reuniones en casa de Hansol, en la mía: las tareas, el estudio, los ejercicios… Todo eso, era solo una excusa. Ya no necesito de esas».

La turbulencia durante el descenso lo despertó abruptamente, pero Hansol lo alivió rápidamente, tomando de su nerviosa mano y apretando los dedos. Al bajar, le dijo que era un método para centrarse en otra cosa y no en la temporal sacudida.

—Ahora me duelen los dedos.

—No es para tanto. Mira —tomó la mano cuidadosamente—, solo está un poco roja. Seguramente mis tíos tendrán hielo o algo.

—¿Te has echado crema en las manos?

—¡Ah!, sí… Ya sabes, crema de avellana… ¿Por qué lo preguntas?

—Están muy suaves… Parecen las manos de otra persona. —la tomó con ambas manos y la recorrió meticulosamente—. Esas cremas hacen milagros.

—Sí, muchos milagritos… —se tensó por los cosquilleos—. SeungKwan, comprendo tu curiosidad, pero… hay mucha gente acá… Si te gusta mi mano, ehm…

SeungKwan exagera las caricias en la mano, cada vez más sorprendido, más maravillado. Sería buena idea pedirle el nombre de esa crema y ver si podía comprarla durante los paseos. «Debe ser porque no suelo tocar mucho tus manos», pensó en voz alta. Hansol, con una rápida agitación en sus piernas, queriendo levantarse de su silla, pero, a la vez, querer seguir siendo estudiado por el chico ese, implementa una ágil maniobra y agarra una de sus manos, posicionando correctamente cada dedo entre los suyos.

—Pues tómala y ya —dijo retrocediendo el grupo que pensaba dar.

—Oh, creo que te desesperé…

I've Always Loved U • VerkwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora