cuarenta y uno:

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Aunque fuese un cuadro imaginativo muy cliché y digno de películas de comedias adolescentes en Estados Unidos, SeungKwan recibe a Chan casi a diario en la cafetería a dos cuadras de la prestigiosa Universidad de Seúl, misma a qué Chan ingresó hace una semana para la carrera de contabilidad. Sí, están en febrero, muy cerca de Marzo, SeungKwan lo ha perdonado y se sienten muy cerca del otro, muy feliz con el otro. Hubiera deseado invitarlo a su cumpleaños, pero eso fue hace más de un mes y, realmente, nadie sabe cuándo es su cumpleaños aparte de un sector cerrado.

Con esa información, sabemos que SeungKwan ha cejado su propia discusión acerca de ingresar o no a estudiar, y se inclinó por trabajar dentro de una bonita cafetería como un mesero. No puede hablar en su turno, pero Chan le pasa una hoja con alguna nota, además del saludo escrito, una pregunta o un comentario, y SeungKwan la lee en su puesto. La de esa mañana fue un "Ese uniforme te queda mucho mejor que el uniforme escolar. Luces como un extra de película"; no sabe si mirarlo para sonreírle en gesto de gratitud o doblarlo y guardarlo en su bolsillo. Nunca le ha escrito ni dicho algo así. Una sonrisa huye de él.

Esa misma tarde de jueves, MinGyu lo va a ver, por eso de las seis, cerca de su hora de salida. MinGyu aceptó la oferta de una de las organizaciones de fútbol más importantes del país y se inscribió inmediatamente en juveniles, con gastos pagados por uno de los cazatalentos que lo vio en uno de los partidos escolares, subrayando su rapidez y reflejos. La promesa de hacerlo brillar y las altas sumas lo convencieron sin quejas. Por eso va por SeungKwan a diario, porque dentro de unos días su libertad existirá solo en sus pensamientos.

Salen de la cafetería, SeungKwan, ya cambiado y arreglando su mochila mientras camina al lado de MinGyu, quien viste su conjunto más sobrio. A su derecha, el parque central de atracción, con un pozo decorado con piletas en forma de ángeles. Una enorme biblioteca de aspecto pulcro en la esquina que aferra el letrero de direcciones en el suelo les da sus reflejos en la puerta de cristal. Cruzan y corren a la parada, un camión frena y abre su puerta. MinGyu paga por ambos con su tarjeta, SeungKwan se aferra a la barra, ya que no hay asientos disponibles, y MinGyu llega a su lado. Se miran y una modesta sonrisa, seguido de un rodeo de ojos, se dibujan en el más alto, tensando al otro.

Mientras el cielo se techa de anaranjado, cuando las señoras se van retirando del transporte, MinGyu deja que SeungKwan se siente a la ventana. Cuando se ubica a su lado, su antebrazo adopta propiedades metálicas y su mirada se enfría. Mira a SeungKwan de vez en cuando, y cuando se pasan de la parada que le corresponde, lo mira sin vértigo, sin cansancio, seguro de algo que no ha revelado o de una calamidad. SeungKwan empieza a asustarse y mira atrás la parada que desaparece tras doblar.

Ya anocheciendo, MinGyu se levanta y mira a SeungKwan mientras camina a la bajada, lo llama con la mano. SeungKwan se da cuenta de que están en la parada de la avenida de MinGyu y sospecha que algo se ha salido de lo común. ¿Irá a cenar junto a los padres de MinGyu? ¿Será que MinGyu les dirá sobre su relación? Ya era hora de la cena, y SeungKwan no quería ser maleducado, porque hace mucho que no cenaba formalmente y ha tenido conflictos de alguien quisquilloso con la comida últimamente, porque prefiere los brebajes de cada fiesta.

Abandonan el camión y SeungKwan divisa cero luces de vehículos a lo largo de la calle, por ambos lados. MinGyu lo ignora, camina sin voltear. SeungKwan lo sigue, pero mirando su espalda debajo de ese polerón gris lo suficientemente diferente entre las luces encendidas en los postes puestos sobre las veredas, como si estuvieran sobre una cañada muy angosta y el temor le hiciera bruller algo no material; el gris tiene un sonido propio que es ruidoso a comparación de los ladridos de los perros encerrados, y tiene su propio olor disonante al viento, al frío. Cuando llegan, de su bolsillo, MinGyu saca las llaves de su casa y abre la puerta. Le pide pasar a SeungKwan, pero este mira el exterior como si un humo advirtiera un peligro nocturno.

I've Always Loved U • VerkwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora