cuarenta y siete:

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A SeungKwan le gusta como Chan besa, porque se centra mucho en el movimiento interno de ambas cavidades, en el gemido, en las caricias secundarias fuera de sus bocas, en el enmudecimiento de las palabras. Por eso no le rebusca un defecto para la ocasión, y Chan tenía un punto importante: llevan priorizando bastante el trabajo y los estudios por sobre su relación, tanto que ni se siente que han estado saliendo por más de tres años, una unión fugitiva del conocimiento de los demás.

Ahora están semidesnudos, en la cama, SeungKwan sobre Chan. Usa su cuerpo como una cama, un poco más arriba del nivel de su frente, para que a Chan no le sea difícil acariciarle el culo, nalguear, ir por la espalda y dibujar círculos en su columna. En el calor, Chan adentra su mano en el boxer de SeungKwan, va a una nalga que aprieta. Le muerde accidentalmente el labio inferior, se disculpa con un beso en el lugar afectado, SeungKwan sonríe, se sonroja el doble de antes, le dice que es un novio maravilloso, y Chan le dice que él también, contigua a una nalgada.

—¿Estás listo? —preguntó Chan, sacudiendo ambas nalgas.

—Sí. —retrocede lentamente, hasta llegar a la entrepierna, la toca, la huele—. No he cenado.

En medio del deber, el celular de SeungKwan tira su tono de llamada. Se detiene, dejando a Chan jugando con su pene un rato, moviéndolo de un lado a otro, tocando la saliva y llevándola al glande. SeungKwan se levanta y va a la ventana cuya cortina está cerrada, mira el contacto, se apanica, pero no alarma ni a una mosca porque ha aprendido a manejar estas situaciones. Lo razona un poco, estudia si es conveniente responder, y conociendo bien a la persona, contesta:

—¿Aló?

—¿Estás en la cancha o estás calentando? —dice HyunSik sarcásticamente.

—¿Qué sucede? —resiste el odio del momento.

—Estoy esperando a que vengas.

—Dije... —tose y baja el volumen, tenso—, dije que ya no más.

—¡Oye, oye! —ríe con malicia—. No me digas que Chan te la estaba clavando.

—Eso no es tu incumbencia.

—¿Recuerdas la última vez?

—En serio, lo que menos deseo ahora es escucharte. Voy a colgar.

—Está bien, pero piénsalo muy bien.

—¡Adiós!

Colgó enfurecido. Tal vez debió prescindir de él hace mucho, o no debió gruñir cuando colgó. Se queda un rato de pie en el mismo lugar, ve la noche corriendo la cortina un momento; los transeúntes como peregrinos del sueño, como hormigas desorientadas; desde el piso seis. Tal vez debería salir y caminar un rato para serenarse, aunque podría llover debido al frío que incrementa. Tal vez llueva, y una caminata nocturna con agua sobre una parca, con solo el sonido del agua, sin ninguna otra preocupación que no sea meter sus pies en un charco que lo cubra hasta sus tobillos, sería una buena idea.

Odia las llamadas imprevistas y el silencio que produce fuera de sí, pero por dentro es una caja de metal con una pelota de hule, saltando de un lado a otro, dando cabezazos en las seis caras. Sí, si llueve saldrá y caminará hasta que el cielo se escampe. De repente Chan suspira de aburrimiento y le rompe la burbuja de concentración. Suele pasar con SeungKwan cuando se molesta, como si fuera un maleducado ignorando a todos sin ser esa su voluntad. Se voltea, ve que Chan aún se masturba sin ninguna viveza.

—¿Quién era? —le preguntó, aburrido de esperar.

—Nada importante. —deja el teléfono en el escritorio de Chan que está al lado de la ventana—. Solamente es alguien del trabajo que me quería pedir un favor desagradable.

I've Always Loved U • VerkwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora