cincuenta y seis:

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—¿Adónde vas? —preguntó Hansol, dejando su tabla de snowboarding en el suelo, cuando vio a SeungKwan yendo camino arriba, con sus dos tablas de esquíes sostenidas en un brazo y los bastones tomados en la mano del otro.

—Debo regresar.

—¡Pero espera!

Se detuvo. SeungKwan no volteó por más que quisiera ver a Hansol subir para reencontrarse con él. Lo vio ubicarse al frente, quedando más arriba. Si por si Hansol era más alto, ahora esa altura no se podía eludir ni con la mente.

—Hola —saludó Hansol con una sonrisa.

—Hola —imitó.

—No sabía que te gustaba esquiar.

—Es mi primera vez.

—¿Por eso has caído encima de mí?

—Perdón. —bajó la mirada.

—Ese fui yo hace dos años, cuando empecé a esquiar por primera vez.

—Entonces has de manejarlo muy bien. —la levantó con sus mejillas enrojecidas. —Pensé que podría hacerlo bien, pero es más difícil de lo que se ve.

—¿Nadie te ha enseñado?

—No —mintió apenado—, nadie.

—¿Te molesta si... te ayudo?

Los músculos de su rostro se descongelaron de lo imprevisto paulatinamente, acabando por asentir mientras sonreía y cerraba sus ojos. Volvió a abrirlos para admirar la genuina sonrisa de Hansol con todos sus dientes emulando una amenaza canina. Sabía muy bien que esa era su felicidad en su estado más natural y una nueva emoción en él, rebosante en nostalgia, se colaba entre sus emociones más recurrentes, como si el recuerdo tuviera manos para abrazar su cuerpo y acariciar su rostro.

Antes de dejarlo ir, Hansol lo retuvo de los hombros desde atrás, como si sus palmas fuesen dos osos de felpa entibiados al lado de una estufa de hierro. Ya le había explicado la clave del deporte colina arriba, y estaba listo para soltarlo y evaluar su desempeño. Como ocurrió antes, fallaba mucho y terminaba cayendo en garrafales movimientos que, si no fuera por la protección, lo podían dejar en urgencias. Pero muy opuesto a SeungCheol, Hansol nunca lo enfrentó ni apuntó su torpeza o sus refunfuños. Pero eso también acarrea la tristeza de SeungKwan al querer malinterpretar la caballerosidad como un acto de conquista a su corazón; eso último innecesario.

—No quiero seguir con esto —se dijo en voz baja mientras regresaba al punto de partida.

—Está bien —respondió Hansol gentilmente.

—¡Oh, no quise decirlo! —casi perdió el equilibrio.

—No te preocupes. Si no quieres seguir está bien. Yo también dije eso en mi primer día de esquí para esa sesión fotográfica.

—¿Aprendiste para una sesión fotográfica? —volvió a caminar hasta llegar a su lado.

—Era para un catálogo de invierno y promocionar accesorios de deportes. Fue irónico, porque yo no soy deportista, pero aprendí un deporte que me gusta. —se volteó y le sonrió al cielo por un momento soleado—. Finalmente el sol está saliendo.

SeungKwan quería asentir para luego imitar la acción y cegarse con la delicada y mañosa luz que el sol expulsa como un cohete a la tierra. Iba a levantar su frente para inhalar el frío, pero miró a Hansol un momento y no se movió; no podía separarse de él. Apenas el sol se volteó para verlos a ambos los dientes disparan estrellas al aire y SeungKwan se engancha a esa sonrisa que luego cierra para también cerrar sus ojos y respirar despreocupadamente. Hansol no era consciente del inmortal cariño que valía para el afligido corazón de SeungKwan; a sus ojos ciegos de ver y coincidir; no estaba presente frente al féretro de devoción que encapsula el amor tan culposo que SeungKwan no deja de experimentar con cada segundo, cada cuadro, cada toma que rescata luego de un parpadeo como una cámara.

I've Always Loved U • VerkwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora