23 Por fin

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CLARKE

El momento había llegado, las cartas sobre la mesa, el sentimiento a flor de piel, la confirmación de que ella y yo queríamos un nosotras, sino fuera por la inminente separación podía asemejar el perfecto cuento de hadas, claro que eso no existía.

Cuando le dije que no había necesidad de hablar más, pude ver cómo su mirada se oscurecía, pasando de selva tropical al verde de un frondoso bosque de coníferas.

Qué bella era y qué calor empezaba a hacer en este cuarto...

Ahora podía ver el tiempo desaprovechado, y maldecirme por ello, Clarke! Espabila! Tienes a Lexa mirándote embelesada y tú pensando en el pasado, el tiempo vuela.

Cómo si Lexa hubiera leído mis pensamientos, esbozó una media sonrisa y se inclinó sobre mí a fin de tomar las riendas del momento. Posó sus gruesos labios sobre mi frente, mis párpados, mis mejillas, mi nariz, mis sienes, mis comisuras, mi barbilla y al fin mi boca, que se entreabrió impaciente a su contacto. Nos besamos lento, saboreándonos, dejando a nuestros cuerpos vía libre para ir pidiendo más, Lexa descendió por mi barbilla, dejando un reguero de besos por mi garganta, mientras se dirigía a mi nuca no sin antes suspirar en mi oreja rozando débilmente mi lóbulo, provocando un cosquilleo que me estremeció entera.

La temperatura se iba caldeando a medida que nuestros cuerpos exigían atención en zonas aún sin explorar.

Separé unos centímetros a Lexa de mí, para con mirada ardiente, deslizar su camiseta hacia arriba, exponiendo su piel ante mis ojos. Sin esperar a su reacción me hundí en su cuello, aspirando el aroma de su melena, y depositando besos aquí y allá, dejando un rastro húmedo de vello erizado a modo de mapa sobre su cuerpo. Fui descendiendo por su clavícula no sin antes pasar mi lengua por toda su extensión, provocando que el aire de sus pulmones saliera de una exhalación. Con sumo cuidado bajé el tirante de su sujetador acariciando con la yema de mis dedos su piel tersa y cálida. Repetí la operación con el otro tirante, y deposité sendos besos en su pecho. Lexa respiraba pesadamente, esforzándose por mantener el control y dejarme hacer a mi antojo.

Me incorporé para ayudarle en la tarea de despojarme de mi camiseta y yendo un pasito más allá, desabrochó mi sujetador, viendo ambas cómo caía sobre mis piernas.

Rápidamente lo echó a un lado y se abalanzó sobre mí, para besar y lamer mi cuerpo expuesto, sus manos acariciaban mis costados mientras su pelo despertaba un cosquilleo por mi vientre, le agarré de la nuca dulcemente para seguirle el ritmo y sólo cuando sus dientes rozaron levemente uno de mis pezones, apreté mis dedos entre su melena arañando parte de su cuero cabelludo y de su nuca, provocando el primer gemido acompasado. Si el ambiente estaba ya candente, escuchar su gemido de satisfacción me deshizo, cosa que debió sucederle a ella también porque agarró mis pechos y se dispuso a estimularlos con mayor ahínco.

Aprovechando su total entrega y mis manos libres, retiré su sujetador y comencé mi exploración, intercalando caricias y suaves arañazos a lo largo de sus hombros, su espalda, sus costados y sus caderas.

Busqué su boca, volviendo a besarla, mientras cubría sus pechos con mis manos, masajeando y rodeando sus pezones entre mis dedos.

A estas alturas, nuestras respiraciones empezaban a agitarse y la sed de otros labios empezaba a ser acuciante. Con una intensa mirada compartida a modo de confirmación, nos despojamos del resto de ropa, con cierto ansia pero manteniendo la compostura como podíamos, queríamos disfrutar del momento poco a poco, sin prisas, lo cual estaba resultando tan excitante como complicado.

Lexa me miraba como quien observa la mayor maravilla del planeta, bebiendo de cada momento, como quien no es capaz de creerse lo que está sucediendo, embelesada ante mi imagen en su cama, sorprendida y admirada, lo cual me derretía y lejos de intimidarme, me empoderaba y me hacía lucir orgullosa mi cuerpo para su disfrute.

El mar sigue cantando cuando pierde una olaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora