57 Hasta que nos volvamos a ver.

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LEXA

El ambiente era tan oscuro que apenas podía distinguir las formas a mi alrededor. Me encontraba en lo que parecía ser un edificio abandonado, sus paredes agrietadas testigos del paso inexorable del tiempo. Mis dedos, guiados por una curiosidad temblorosa, exploraban la húmeda pintura que apenas se distinguía del moho verde que la adornaba.

 Mis dedos, guiados por una curiosidad temblorosa, exploraban la húmeda pintura que apenas se distinguía del moho verde que la adornaba

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Miré hacia abajo y descubrí que mis pies estaban desnudos, hundiéndose en el suelo mojado. Un charco se extendía ante mí, el agua gélida que me llegaba hasta los tobillos empezaba a entumecer mis dedos, mientras el dolor punzante se adueñaba de mis extremidades.

Cada paso resonaba en el silencio opresivo, el sonido del agua era mi única compañía, salvo por el eco de las gotas que caían del techo, un ritmo monótono que exacerbaba mi inquietud. Las manchas rojas en las paredes me llenaban de escalofríos, la sospecha se apoderaba de mi mente, pintura o algo peor...

Un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar unos pasos apresurados a lo lejos. Mi corazón martilleaba con fuerza en mi pecho, mis ojos escudriñaban la oscuridad en busca de cualquier indicio, pero solo encontraban sombras que danzaban en el límite de mi percepción.

Seguí avanzando, sintiendo la textura áspera de las partículas que flotaban en el agua. Fragmentos de ladrillo y piedras caídas del techo formaban un camino incierto bajo mis pies desnudos, una senda marcada por el abandono y la desolación que me sumía en un abismo de temor y desconcierto.

En aquel silencio, como un susurro fantasmal, escuché una risa tenue, justo frente a mí. Al principio, creí que era producto de mi imaginación, que el miedo que se arremolinaba en mi pecho me estaba llevando a la locura. Pero la risa persistió, ¿o era un llanto? Era una voz femenina, clara y definida, resonando en la oscuridad. Volvió a sonar, esta vez más cerca, pero mis ojos no lograban distinguir nada en la penumbra.

Una lágrima solitaria surcó mi mejilla, descendiendo hacia el suelo. Mis ojos la siguieron en su caída.

Cuando alcé la vista de nuevo, un viento gélido azotó mi rostro, acompañado por la voz de una mujer que pronunciaba el nombre "Clarke"

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Cuando alcé la vista de nuevo, un viento gélido azotó mi rostro, acompañado por la voz de una mujer que pronunciaba el nombre "Clarke". Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, paralizándome por un instante.

El mar sigue cantando cuando pierde una olaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora