53 Sus dientes en mi piel.

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RAVEN

Me encontraba sumida en una vorágine de emociones, una tempestad que amenazaba con devorarme desde dentro. Las voces en mi cabeza no eran más que un coro constante, narrando con una crueldad insoportable la posibilidad de que Lexa no volvería. Eran voces que sabían cómo apretar cada fibra ansiosa en mi ser, tan potentes que podían hacerme estallar el pecho cada vez que la puerta se cerraba detrás de ella.

El corazón me latía con fuerza en las sienes, una pulsación tan feroz que parecía capaz de liberarse de la jaula de mi torso. En ese instante, Octavia se encontraba bajo el agua de la ducha, inmersa en un mundo aparte, permitiéndome la soledad que necesitaba para enfrentarme a mis demonios. Me levanté del sofá impulsivamente, movida por un ansia de serenidad, y me dirigí a la cocina en busca de consuelo. Mis manos temblorosas tomaron la tetera y la colocaron sobre el fuego; me había vuelto dependiente de las infusiones, pero era el único remedio que parecía apaciguar la tormenta interna.

Mis párpados estaban pesados, como si cada lágrima derramada añadiera un lastre insoportable a su peso. Tenía que parpadear con frecuencia para aliviar la aridez en mis ojos, esos ojos que habían liberado un mar de tristeza. Presioné las sienes con los dedos índice y pulgar, inhalé profundamente, intentando ordenar el caos de mi mente.

Los minutos se arrastraron mientras aguardaba que el agua hirviera, cada segundo un recordatorio palpable de mi agitación. Cuando estuvo lista, vertí el agua caliente en la taza donde ya yacía la bolsita de tila, esperando pacientemente para transmitirme su calma.

Mientras el vapor ascendía, me quedé contemplando a través de la ventana, hipnotizada por la calle silenciosa. Un deseo impulsivo me abrazó, anhelaba ver aparecer a Lexa y a Clarke, que la normalidad volviera a abrazarme con su reconfortante rutina. Mis ojos, traicioneros, comenzaron a nublarse de nuevo, pero respiré hondo, y bebí un sorbo del líquido cálido esperando que me anclara al momento presente.

 Mis ojos, traicioneros, comenzaron a nublarse de nuevo, pero respiré hondo, y bebí un sorbo del líquido cálido esperando que me anclara al momento presente

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Solo podía pensar en un mundo sin Lexa, un pensamiento insoportable. Sin su risa, sin el timbre de su voz, sin el calor de sus abrazos, sin su presencia diaria. Algunos podrían precipitarse a la conclusión de que estaba enamorada de ella, y no les faltaría razón, aunque no de la manera en que la mayoría concibe el amor. Estaba embriagada por su esencia, nuestra complicidad, la vida que habíamos esculpido juntas. Las risas compartidas, los sueños entrelazados, la amistad inquebrantable... Lexa era mi todo, el norte que daba sentido a mi existencia. La mera idea de su ausencia convertía mi ansiedad en un monstruo indomable, multiplicándola por mil hasta hacerme sentir que podría desaparecer en su profundidad.

Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta de que Octavia había llegado a la cocina, hasta que sentí sus manos recorriendo delicadamente mis costados y abrazándome por la espalda. Cerré los ojos instintivamente al sentir su contacto, y enseguida reconocí su dulce aroma a chocolate impregnado de su gel de baño. Inhalé su aroma, sintiendo cómo mi piel se erizaba al instante. Octavia besó mi hombro con ternura, y yo acaricié sus manos suavemente.

El mar sigue cantando cuando pierde una olaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora