37 Solo es una gripe.

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Lexa

Me desperté lentamente, sintiendo cómo la melódica voz de mi madre me susurraba en la serenidad de la habitación. Al abrir mis ojos, me encontré con su mirada llena de ternura y nostalgia. No pude evitar sonreír, y su sonrisa se reflejó en su rostro.

Mamá- Tan solo quería darte las buenas noches, mi amor... Mañana saldré muy temprano, así que no tienes que despertarte-, dijo con cariño mientras acariciaba mis mejillas.

Lexa- Voy a poner el despertador para poder ayudarte con las cosas-, respondí, cerrando los ojos para disfrutar de sus caricias reconfortantes.

Mamá- Está bien, descansa princesa-, ella se acercó y depositó un suave beso en mi frente, tal como solía hacer cuando era pequeña. En ese momento, una alegría indescriptible invadió mi ser. La mujer fuerte, estricta y fría que alguna vez fue, ya no estaba presente. Ahora, ella había regresado, la madre cariñosa que recordaba de mi infancia.

El brillo radiante de la sonrisa de Clarke aún se mantenía en mis retinas cuando ingresó a la habitación con una elegancia cautivadora. En la penumbra, su figura se deslizó sin hacer ruido, guiada por un propósito misterioso, hacia el armario. La suave luz de la luna se filtraba por la ventana, tiñendo cada rincón del ambiente con su resplandor plateado.

Mis ojos quedaron atrapados por la fascinante visión que se desplegaba ante mí. Los pantalones de Clarke, abandonados con gracia, caían al suelo en un susurro apenas audible. La delicada luz lunar los acariciaba con ternura, revelando la suavidad de su textura y resaltando cada contorno de sus piernas. Era como si esos rayos plateados estuvieran abrazando su piel, otorgándole un halo de magia y encanto.

Sin embargo, su belleza efímera fue cubierta rápidamente por unos pantalones cortos que ocultaron parcialmente la visión que había dejado sin aliento. La sutileza de sus movimientos continuó mientras se desprendía de la parte de arriba, exponiendo su espalda al influjo de la luz lunar. La oscuridad se retiró respetuosamente ante la desnudez suave y pálida de su piel.

La luna parecía atender a su propia coreografía, dibujando delicados trazos de luz en cada centímetro de su espalda descubierta. Cada músculo, cada curva, era acentuada por el brillo plateado que se deslizaba acariciante. Mi mirada se perdía en aquel cuadro divino, llena de admiración y fascinación por la perfección que se revelaba ante mí.

Finalmente, con una gracia incombustible, Clarke se envolvió en una fina camiseta, que parecía fusionarse con su piel en un juego de sutilezas

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Finalmente, con una gracia incombustible, Clarke se envolvió en una fina camiseta, que parecía fusionarse con su piel en un juego de sutilezas. Aunque su espalda ya no estaba completamente visible, el espectáculo de la luz de la luna sobre su piel desnuda había dejado una huella indelible en mi mente y corazón. Era una imagen etérea, sublime y exquisita, tan fascinante como la propia luna.

Me asombré internamente por el hecho de haber sido testigo de una visión tan perfecta y embriagante del cuerpo de Clarke. Al girarse, su hermoso rostro quedó nuevamente a la vista, sus ojos brillaban en la oscuridad como dos gemas resplandecientes. En la tenue luz de la luna llena, su piel parecía reflejar la pureza de la porcelana, destacando su belleza con un brillo celestial.

El mar sigue cantando cuando pierde una olaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora