28 Los vecinos.

100 11 0
                                    


Lexa

Habíamos pasado toda la tarde en la playa, disfrutando del cálido sol y la suave arena entre nuestros dedos de los pies. Clarke y yo llevábamos un rato besándonos y acariciándonos, envueltas en una pasión incontrolable. Pero justo cuando creíamos que no había nada mejor que esto, Raven llegó y, unos minutos después, apareció Octavia.

No pude evitar notar la intensidad del coqueteo entre esas dos. Era como si hubiera una corriente eléctrica palpable en el aire. Conocía a Raven lo suficientemente bien como para saber que se estaba conteniendo mucho. Sabía que la deseaba, que quería devorarla en el mejor sentido de la palabra. Para ser sincera, me sorprendió ver que Raven estuviera tan atrapada por una chica. Aunque es verdad que desde que ella comenzó a vivir conmigo, no habíamos conocido muchas mujeres. Nos enfocábamos en nuestro trabajo y en la increíble conexión sexual que teníamos entre nosotras. Nunca sentimos la necesidad de buscar algo más, ni ella ni yo.

Muchas veces, me habia planteado si lo que teníamos iba más allá de una simple amistad. Teníamos esta conexión tan profunda y nos amábamos como mejores amigas, pero eso no significaba que no pudiéramos disfrutar del sexo increíble que teníamos. Después de todo, nadie me hacía sentir más deseada y plena que ella.

Cuando Raven me dijo en el puerto que me echaba de menos, sentí una oleada de emociones que me abrumaron. Yo también la extrañaba profundamente. Nuestra rutina compartida, la complicidad que teníamos, habían sido muchos años de estar solas, de entendernos sin necesidad de palabras. Incluso en la intimidad, Raven y yo sabíamos exactamente lo que a cada una nos gustaba.

Sin embargo, todo cambió con la llegada de Clarke y Octavia. No puedo decir que fuera algo malo, pero lo que existía entre nosotras acabó. Y eso era extraño de asimilar, especialmente después de tanto tiempo juntas.

Me enamoré perdidamente de Clarke. Fue un sentimiento que jamás había experimentado por nadie. Sentía que me desvanecía cuando estaba cerca de ella. Todo en ella me enloquecía: sus besos ardientes, sus caricias que me hacían estremecer, su cuerpo perfecto que parecía hecho para el mío. Cada momento que compartíamos era un caos de emociones y pasión descontrolada.

Pero lo que sucedió hoy en la playa dejó una huella profunda en mi ser. Ver a Clarke tan deseosa, tan desesperada por mis caricias, me quemó el corazón y el alma. Fue el momento en el que comprendí que estaba dispuesta a entregarme por completo a este amor, sin importar las consecuencias o las implicaciones que pudiera tener en nuestras vidas.

El fuego que ardía entre nosotras era indomable, salvaje, y no podía evitar sucumbir ante él. Cada encuentro con Clarke era una tormenta de sensaciones que me arrastraba hacia un abismo de placer y deseo. Ya no sabía quién era sin ella, y eso me asustaba y emocionaba a partes iguales.

El mar se convirtió en testigo mudo de nuestra intensidad, y el sol parecía arder más brillante cada vez que nuestras miradas se encontraban. Pero también sabía que este amor prohibido nos llevaría por caminos sinuosos y llenos de dificultades. Sin embargo, estaba dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en nuestro camino, porque no podía negar lo que sentía por Clarke.

Me encontraba sola, sentada junto a una palmera, mi mirada perdida en el horizonte. Sin previo aviso, los recuerdos de mi padre se abrieron paso en mi mente, desencadenando una ola de nostalgia abrumadora. Me preguntaba dónde estaría ahora, si estaría orgulloso de la persona en que me habia convertido. La suave brisa marina acariciaba mi rostro, pero no lograba aliviar la carga que pesaba sobre mi corazón.

Anhelaba intensamente la imagen de mi padre y Clarke compartiendo momentos, conociéndose mutuamente. Si tan solo pudiera ver la sonrisa de mi padre al enterarse de la felicidad que esa chica me regalaba cada día. Pero la cruda realidad es que ya no estába aquí para presenciar nuestra conexión, nuestros instantes de dicha compartida.

El mar sigue cantando cuando pierde una olaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora