35 Heridas

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LEXA

La voz del soldado resonaba en mis oídos como un trueno, envolviéndome en un macabro eco. Sentía mi cabeza girar, mareada por la intensidad del golpe. El sabor metálico de la sangre llenaba cada rincón de mi boca, mientras el líquido carmesí se desbordaba y se mezclaba con mis lágrimas. El dolor parecía diluirse en medio de la furia y la determinación que me embargaban.

Mis manos temblaban con una violencia incontrolable, deseando arrebatar el arma ensangrentada de las manos del soldado. Mis dedos anhelaban envolverse en torno al frío metal y devolverle el tormento que él había sembrado en mi cuerpo. La venganza latía en cada latido de mi corazón agitado, mientras mi mente se inundaba de imágenes llenas de ira y violencia desatada.

Pero el miedo que me atravesaba con puñales afilados superaba cualquier otro sentimiento. La simple idea de que Raven, la persona que más quería en este mundo, hubiera sufrido a manos de aquel soldado despiadado, me partía en pedazos. No podía soportar la perspectiva de perderla, de verla sufrir de la misma manera que yo había sido herida.

Aunque la realidad nos aprisionaba en un laberinto de peligro y desesperación, sabía que nuestras opciones eran escasas. Nos veíamos obligadas a confiar en las directrices del soldado, conscientes de que debíamos seguir sus órdenes hasta encontrar una oportunidad de escapar. Me consumía por dentro el odio hacia esa situación, pero entendía la necesidad de ceder al menos temporalmente.

Luchando contra el asco y la repulsión que me invadían, rápidamente me quité la camiseta.

Luchando contra el asco y la repulsión que me invadían, rápidamente me quité la camiseta

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 deseando deshacerme de ella y poner fin a esta pesadilla lo más pronto posible. Sus ojos ennegrecidos me observaban con una intensidad perturbadora, y el sonido de su lengua chasqueando resultaba insoportable, como un zumbido constante en mis oídos que se incrustaría en mi mente por mucho tiempo.

Desesperada por acabar con esta situación, me quité los pantalones y las zapatillas, lanzándolos a un lado, quedando inmóvil y con la mirada fija en sus ojos, desafiándolo en silencio.

Soldado- qué tenemos aquí...-, susurró mientras daba vueltas a mi alrededor en círculos, observándonos a Raven y a mí. -Las dos estáis muy buenas-, agregó con una sonrisa retorcida, acercando su arma a mi espalda.

Apresé mi mandíbula con tanta fuerza que mis dientes chirriaban, queriendo desesperadamente girarme y darle una paliza, pero me contuve, consciente de las consecuencias mortales que eso podría tener.

Y allí estaba otra vez, ese desagradable chasquido de su lengua, resonando en mis oídos como las agujas de un reloj, un sonido que hacía que se me erizara la piel y me provocaba escalofríos hasta en lo más profundo de mi ser.

Soldado- En fin... tú también estás limpia...-, murmuró con voz áspera, finalizando su círculo alrededor de mí, para colocarse justo detrás de mi espalda.

El mar sigue cantando cuando pierde una olaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora