33 Rayco.

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Lexa

La pesadilla me había dejado perturbada, un escalofrío recorría mi espalda mientras Clarke seguía profundamente dormida a mi lado. El deseo de despertarla y abrazarla se apoderó de mí, buscando en ella consuelo y protección. Sin embargo, una extraña sensación de terror se instaló en mi cuerpo, paralizándome y evitando que me moviera de la cama. Aunque intentaba convencerme de que solo había sido una pesadilla, una incómoda opresión se aferraba a mi pecho, recordándome que algo no estaba bien.

Decidí apartar esos pensamientos inquietantes y dirigí mi mirada hacia el reloj en la mesita de noche. Las manecillas señalaban las 7 de la mañana, era hora de levantarme y enfrentar el nuevo día. Con determinación, abandoné con cuidado la cama, procurando no despertar a Clarke. Me dirigí hacia la ventana como si buscara respuestas en el mundo exterior.

Al asomarme, me encontré con un silencio abrumador, en total contraste con el caos y el temor de mi sueño. Una calma serena envolvía el entorno, como si la noche hubiera llevado con ella todas mis pesadillas. Las palmeras se erigían espléndidas frente a mis ojos, sus hojas verdes y perfectas ondeando delicadamente en el viento. El mar, ante mí, mantenía una apariencia calmada, pero sus suaves olas rompiendo en la orilla denotaban la vitalidad que lo animaba. La brisa, impregnada con el salado aroma del océano, acariciaba mi rostro, renovando mis sentidos.

Mi atención se desvió hacia la casa de Joao, no había señales de actividad en su hogar. Una inquietud comenzó a crecer dentro de mí, cuestionando si se habrían mudado sin que yo lo supiera. Sin embargo, ese pensamiento no tenía sentido, ya que mi madre me hubiese mantenido al tanto, me habría informado sobre las llaves y cambios en la vivienda de Joao. La falta de movimiento en su casa solo aumentó mi desconcierto.

Me permití tomar asiento sobre el alféizar de la ventana, dejando colgar mis pies hacia la calle. Cerré los ojos, dejando que el silencio acompasado y la brisa refrescante me envolvieran. Inhalé profundamente, permitiendo que la exquisita brisa marina llenara mis pulmones y se expandiera por todo mi ser. En ese momento, sumergida en la tranquila introspección de mi propia mente, respiré lentamente, intentando apaciguar la inquietud que aún persistía.

Mis ojos se abrieron de par en par cuando un grito ensordecedor resonó en el eco del paisaje. Era un grito desgarrador, agudo y aterrador. Durante un fugaz instante, creí reconocer la voz de una mujer, pero la incertidumbre y el miedo me paralizaron en el mismo lugar. Mi corazón latía rápidamente, bombeando adrenalina por mis venas mientras mi mente intentaba descifrar el origen de aquel grito infernal. Mis ojos escrutaban el entorno en busca de alguna señal, pero solo encontraba un silencio ominoso y los cantos de los pájaros que anunciaban el amanecer.

Mi respiración se aceleró, comenzando a hiperventilar mientras mis pensamientos corrían desesperadamente. No podía permitirme creer que todo aquello era producto de mi imaginación, me negaba a aceptar que el terror que me atenazaba no tenía una causa real. A diferencia de eventos pasados, esa vez estaba completamente sobria y lúcida.

Sentí que algo extraño y desconocido estaba ocurriendo en esa isla. La idea de escape se apoderó de mí rápidamente; solo quería abordar el barco y dejar atrás ese lugar inhóspito y plagado de misterios.

Apresuradamente, descendí de la ventana dejando a Clarke aún sumergida en un sueño profundo. Corrí hacia la puerta de entrada y la aseguré con fuerza, buscando encontrar algún tipo de seguridad en el cierre sólido. Pero en el preciso instante en que me di la vuelta, una figura surgió de la oscuridad y se abalanzó sobre mí sin previo aviso. Una mano firme y fuerte se cerró alrededor de mis hombros, zarandeándome con violencia. El miedo se apoderó de mí de manera instantánea.

El mar sigue cantando cuando pierde una olaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora