48 El principio de una nueva vida.

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CLARKE

Mis ojos se abrieron lentamente, sintiendo el peso agobiante en mi vejiga. El sueño me envolvía, y no quería levantarme. Mi mirada se dirigió hacia el reloj de mi móvil: las 5 de la mañana. En solo media hora, Lexa se levantaría para irse, y eso me preocupaba enormemente.

Con cuidado, me senté en la cama y me incorporé lentamente, tratando de no despertar a Lexa. Caminé sigilosamente hacia la puerta y la abrí en completo silencio. Mis pasos cobraron velocidad, ya que la necesidad de orinar era insoportable.

Bajé los pantalones apresuradamente y alivié la presión en la taza del baño. Sentí cierta frialdad en contacto con mi piel, pero eso no importaba. Un suspiro de alivio escapó de mis labios y cerré los ojos, casi dejándome llevar por el sopor que amenazaba con envolverme.

Sacudí la cabeza para alejar la somnolencia y me limpié. Con determinación, me puse de pie y caminé hacia la puerta, dirigiéndome de vuelta a la habitación. Sin embargo, mis oídos captaron unos segundos pasos acechando detrás de mí.

Un escalofrío recorrió mi espalda, sin entender la razón. Me volví lentamente, parpadeando con rapidez para despertar mis ojos aún somnolientos. Al final del pasillo, una silueta familiar emergió de las sombras. Era la madre de Lexa, de pie como si nada, mirándome fijamente. Aquella mujer a veces me erizaba la piel. Supuse que deseaba utilizar el baño y le saludé con la mano, esbozando una sonrisa, pero ella permaneció impasible.

Movió su cabeza hacia un lado y emitió un pequeño ruido gutural. ¿Sería sonámbula?, me pregunté. Decidí dar un paso hacia ella para asegurarme de que estuviera bien, y, como respuesta, ella dio otro paso en mi dirección. No obstante, la forma en la que movía los pies me hizo consciente de que probablemente estaba sonámbula o, quizás, su fiebre había vuelto a aflorar. Apresuré el paso, pero otro sonido proveniente de su garganta me detuvo en seco.

Ahora estaba más cerca, y pude apreciar en detalle su rostro. Mis pies se quedaron congelados en el suelo mientras mi garganta se secaba de golpe. Mi corazón comenzó a martillear con fuerza en mi pecho, como si quisiera salir volando.

Su piel irradiaba un brillo extraño y estaba cubierta de sudor. Las profundas ojeras se extendían hasta casi llegar a sus mejillas, y sus ojos eran dos vastos abismos oscuros. Un hilo carmesí caía de su boca, manchando su camiseta.

Una sensación de terror recorrió todo mi ser. Quise retroceder, alejarme, pero algo me mantenía clavada en el lugar. Era como si su presencia desprendiera una desolación y horror imposibles de ignorar. Su mirada vacía me aterraba.

 Su mirada vacía me aterraba

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No sabía qué hacer. Sabía que estaba enferma, pero su rostro me aterraba y me ponía los vellos de punta. La llamé, pero no obtuve respuesta. La llamé varias veces más, desesperada, pero todo fue en vano. Justo cuando iba a dar un paso adelante, ella dio dos rápidos pasos hacia mí. Retrocedí uno, pero ella siguió avanzando, uno tras otro. Mis pasos comenzaron a marcha atrás, sin comprender qué demonios estaba sucediendo.

El mar sigue cantando cuando pierde una olaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora