38 maldita videollamada.

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Raven.

Después de varios días sin ir al estudio, finalmente llegó el momento. Sentía una necesidad abrumadora de hablar con Lincoln, necesitaba aclarar las cosas y tenerlo de vuelta en mi vida. Era alguien vital en mi existencia.

Quedé con Lexa para ir juntas al estudio. Ella tenía asuntos importantes que atender, y yo aprovecharía el tiempo para trabajar con algún que otro cliente.

Miré el reloj y aún faltaba una hora para nuestro encuentro programado a las 10:00. Desvié mi mirada hacia Octavia, quien yacía profundamente dormida. Estuve a punto de levantarme sin despertarla, pero en ese instante, ella se dio la vuelta, dejando su cuerpo desnudo expuesto ante mis ojos. No pude evitar que mi pulso se acelerara. A pesar de haber contemplado su figura desnuda en incontables ocasiones, su belleza seguía cautivándome como el primer día.

Sonreí con malicia mientras un plan comenzaba a formarse en mi mente. Sabía lo que iba a hacer. Con cautela, comencé a depositar suaves y delicados besos en su estómago, ascendiendo por su torso hasta llegar a su cuello, vulnerable y desprotegido. Mi boca se aventuró a mordisquear su piel, provocando que su cuerpo se retorciera bajo mi toque, inconsciente de su propia respuesta. Descendí nuevamente por su cintura hasta llegar a su cadera, trazando besos en esa área tan tentadora.

Con mis manos acariciando sus muslos, separé ligeramente sus piernas, dejándola completamente expuesta ante mí. Era simplemente irresistible. Me humedecí los labios anticipando lo que estaba por venir y comencé a depositar besos en su monte, provocando un suave gemido que escapó de sus labios mientras ella seguía sumida en su sueño.

Sin poder contenerme, abrí aún más sus piernas, dejando su sexo completamente al descubierto. Mi lengua comenzó a explorar sus pliegues, moviéndose con destreza, mientras su cadera respondía a mis caricias, inconsciente de la realidad que la rodeaba. En ese instante, mordí su muslo, y fue en ese preciso momento que ella despertó.

Poco a poco, sus ojos se abrieron, revelando un cabello alborotado y unas mejillas ligeramente sonrojadas. Era una imagen que me dejaba sin aliento y que despertaba un deseo insaciable dentro de mí.

Sonreí mientras mis labios se fundían con su sexo, un gemido escapó de sus labios mientras sus caderas se retorcían con urgencia sobre el suave colchón. Un escalofrío recorrió mi espalda, ese sonido me volvía completamente loca.

Octavia- Raven...- susurro mi nombre con voz adormilada.

Mi deseo no se conformaba con tan poca provocación. Moví mi lengua con incesante avidez por sus pliegues, cada vez más rápida y con una furia desatada. Necesitaba devorar su ser por completo en ese preciso instante.

Ella arqueó la espalda y sus manos se enredaron en mi cabello, empujando mi cabeza con desesperación hacia ella. Octavia abrió aún más las piernas, flexionadas sobre las sábanas, y sin un ápice de temor, mi lengua se adentró en su intimidad sin miramientos. Su gemido se transformó en un grito que retumbaba en la habitación, mientras yo apretaba las sábanas con una mano para contener el salvaje impulso que emanaba de mi interior.

El sexo con ella era salvaje, estruendosamente erótico. Era una locura cómo se apoderaba de mí con solo una mirada. Miré hacia arriba y, en un instante de debilidad, cometí un error. Nuestros ojos se encontraron y ella frunció el ceño, mordiéndose atrevidamente los labios. Fue en ese preciso momento, con su mirada audaz y desafiante, que la bestia que habitaba en mí despertó por completo.

Mi corazón latía desbocado, mi respiración se volvió frenética y miles de jadeos escaparon de mis labios. Pero eso no era suficiente. Me puse de rodillas en la cama y ascendí con urgencia por su cuerpo, necesitando besarla sin poder controlar el ansia que me consumía. Ella aferró mi rostro con prisa y, en cuanto estuve lo suficientemente cerca, me besó con una ferocidad sin igual. Sus mordiscos en mis labios provocaron un estremecedor placer y sus jadeos se perdieron entre nuestros labios, mientras su mirada suplicaba por más.

El mar sigue cantando cuando pierde una olaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora