52 Los dichosos antibióticos.

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Clarke

Me sentía destrozada después de lo ocurrido con Lexa hace un rato. La culpa me invadía por su ataque de ansiedad. Desde que su madre falleció, ella había estado sufriendo en silencio sin expresar su dolor.

Después de tomar una ducha, Lexa se sentó en una silla del comedor. Estaba temblando y la cubrimos con una manta para combatir el frío. Verla en ese estado me destrozaba por dentro. No podía comprender cómo podía ser tan fuerte después de haber enfrentado tantas tragedias en su vida. Era una persona valiente, luchadora y, sin duda, la mejor persona que había conocido en mucho tiempo.

Sabía que era crucial cuidar y curar las heridas en sus brazos. No podíamos permitir que se infectaran en ese momento tan delicado.

Decidí preparar una infusión de tila, ya que Raven la consumía constantemente. Aproveché la oportunidad para ofrecérsela también a ella, Raven se encontraba extremadamente nerviosa. A pesar de su apariencia despreocupada, sabía que su indiferencia era solo una fachada. Podía ver la tristeza reflejada en sus ojos. Cada vez que posaba su mirada en Lexa, sus ojos se llenaban de lágrimas. Era evidente que todo le afectaba de una manera especial. No sorprendía, considerando el vínculo tan profundo que existía entre ellas.

Tomé unas vendas y otros suministros necesarios para curar las heridas de Lexa. Me acerqué a ella en silencio. Sus ojeras eran terribles y tenía una herida en la frente, solo era un raspón, pero parecía doler mucho. Parecía tan frágil y débil, deseaba con todo mi ser poder abrazarla y brindarle protección en ese momento.

Sin decir una palabra, Lexa se sentó en la mesa y extendió sus brazos para que pudiera empezar a curarla. Sus heridas eran profundas. Aunque tenía conocimientos sobre cómo coser ese tipo de heridas, nunca había tenido que hacerlo antes. Mis manos temblaban mientras tomaba unas pinzas para extraer los pequeños cristales que tenía incrustados.

 Mis manos temblaban mientras tomaba unas pinzas para extraer los pequeños cristales que tenía incrustados

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Sentía náuseas cada vez que la aguja penetraba su piel. Tenía que intentar mantener la calma, pero ver cómo fruncía el ceño y gemía cuando la aguja entraba y salía solo me ponía aún más nerviosa. Después de unos eternos diez minutos, finalmente terminé. Limpié todo meticulosamente y vendé sus brazos.

Clarke -Ya está...-, resoplé, mirando a Lexa con preocupación. -¿Estás bien?-, pregunté con inquietud.

Ella se secó las lágrimas con el dorso de su mano. -Sí... me duele como mierda, pero estoy bien-, respondió, esbozando una leve sonrisa.

Pero había algo que me preocupaba en extremo: esas heridas no sanarían sin algún tipo de antibiótico. -Lexa, ¿tienes más medicamentos? ¿Algún antibiótico o algo así? Estas heridas son muy profundas, necesitas sí o sí un antibiótico-, le dije con urgencia.

Lexa -Pues... sí, o sea, no sé. Tengo un cajón con varias cosas, pero no recuerdo si hay algún antibiótico-, respondió con voz suave.

Clarke -Vale... ¿dónde está ese cajón?-, pregunté tranquilamente mientras acariciaba su mejilla.

El mar sigue cantando cuando pierde una olaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora