Lexa
No estaba absolutamente segura de lo que estaba haciendo. Aunque conocía cada rincón de aquel lugar como si fuera mi propio hogar, sentía un miedo aterrador que se apoderaba de mí. El simple pensamiento de encontrarme con alguien contagiado aceleraba mis latidos de forma desbocada.
Me despedí de todas las chicas, prometiéndoles a Raven y Clarke que regresaría en un máximo de una hora. Esa era mi intención, volver lo más rápido posible antes de que cayera la noche. No deseaba estar fuera en la oscuridad, con esas criaturas acechando en cada esquina.
Decidí utilizar una bicicleta, ya que era más silenciosa. Nadie podría escucharme acercarme o durante el trayecto. Sin embargo, ese sentimiento de desprotección aún me invadía intensamente. Aunque era ágil, sabía que si una de esas abominaciones me perseguía, podría desgastarme rápidamente y ponerme en grave peligro.
Hacía una eternidad desde la última vez que monté en bicicleta, o más precisamente, años. Pero es verdad lo que dicen, montar en bici nunca se olvida. Fue mi padre quien me enseñó a montar por primera vez y todavía puedo sentir el impacto en mi barbilla por no hacerle caso y dejarme llevar cuesta abajo como una loca. Esos recuerdos siempre me arrancan una sonrisa, recuerdos que permanecerán en mi memoria para siempre.
Una vez que me subí a la bicicleta, giré mi cabeza para mirar hacia la casa. Clarke estaba asomada junto a las demás chicas. Un apretón en el pecho me invadió, como si fuera la última vez que las vería. Agité la cabeza para despejar esos pensamientos y dirigí mi mirada hacia adelante, iniciando mi camino.
No tenía otra opción que evitar la ciudad y adentrarme campo a través. Conocía una ruta que había recorrido incontables veces mientras salía a correr o caminar. El único problema era que la mayoría del camino consistía en subidas pronunciadas. Pero estaba segura de mi condición física, sabía que era la mejor, así que me dirigí hacia allí con determinación.
Después de transcurrir unos 10 minutos de camino, me di cuenta del cambio perceptible a mi alrededor. El silencio se hacía presente, cargado de una tensión palpable. En un día normal, este lugar habría estado lleno de personas ejercitándose o paseando alegremente a sus mascotas. Pero en esta ocasión, todo era diferente. El silencio se volvía abrumador. Solo se escuchaban unos pocos trinos de pájaros y el sonido agradable de los árboles ondeando bajo la fresca brisa del día.
Había traído mis auriculares y ansiaba sumergirme en la melodía de la música. Sin embargo, sabía que no podía permitirme perder uno de mis sentidos más importantes en esta ocasión. Debía estar completamente atenta a cada sonido que me rodeaba. Cualquier ruido extraño que surgiera debía ponerme en alerta, para poder reaccionar rápidamente y escapar de cualquier posible peligro.
Consciente de la importancia de mi agudeza auditiva, seguí mi camino con una inquietante sensación de precaución, sabiendo que cada sonido podría ser revelador y determinar mi capacidad de mantenerme a salvo.
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El mar sigue cantando cuando pierde una ola
FanfictionEn las idílicas costas paradisíacas, Lexa disfrutaba de una vida perfecta con su familia. Sin embargo, el ataque de un tiburón cambia su existencia para siempre, llevándose la vida de su padre. Lexa se debate entre el dolor y la esperanza, encontra...