- Aún no estás listo para usar el Stathvis, debes entrenar más tu cuerpo – dijo como si no acabara de escuchar lo que Kadir le acababa de decir – también debes controlar tu ira y tus impulsos, a partir de mañana comenzaremos un entrenamiento especial de concentración y doblaré tus ejercicios físicos
- El monstruo eres tú – soltó Kadir de mala gana al escuchar que su trabajo diario será elevado al doble.
- Tienes los músculos desgarrados y tus articulaciones en un estado aún peor, incluso hay algunos huesos rotos – su tono de voz seguía siendo frío mientras continuaba lanzando magia curativa – no voy a estar a tu lado cada vez que suceda algo como esto, así que debes estar listo y aprender como controlarlo, como entrar y salir del Stathvis por ti mismo sin arriesgar tanto tu integridad física – su cara lucía seria al decir esto – puedes dañarte y herir a alguien más.
Volviendo a tener control de su cuerpo Kadir comenzó a levantarse lentamente con ayuda de Jens. Miró asombrado el resultado de su ataque de ira. Del poste con el que entrenaba, que tenía al menos un metro y medio de altura, solo quedaba la base y los que estaban alrededor se habían curvado como si alguien los hubiera empujado con fuerza. El suelo estaba cuarteado y hundido muy cerca del poste destruido.
- ¿Cuándo se celebrará el compromiso? – preguntó Jens de repente
- En unos días, mañana debemos partir para poder llegar a tiempo – trató de ocultar su alivio al darse cuenta de que escaparía del entrenamiento al menos por un corto tiempo.
Llegaron al vestíbulo del castillo donde los recibieron un grupo de asombrados sirvientes al ver el deplorable estado en que ambos se encontraban, sobre todo Jens.
- Al menos debiste haberte lavado antes de entrar, todos me van a culpar solo de ver tu facha – dijo Kadir por lo bajo
- Es que esto en realidad es tu culpa – lo acusó Jens con voz seria mientras Kadir le lanzaba una mirada asesina
- ¡Mago Jens! ¡Amo Kadir! ¿Qué pasó? – preguntó alarmada una sirvienta de cabello gris que lucía como el ama de llaves
- Solo estábamos entrenando – dijo Jens de manera casual encogiéndose de hombros sin darle importancia a su aspecto, como si fuera normal que al entrenar terminaran bañados en sangre – Con un buen baño caliente y su deliciosa tarta de frutas estaré bien – sonrió Jens mientras Kadir lo miraba asqueado, era increíble como cuando le apetecía podía ser amable, con él nunca lo era. Aunque aún se sentía culpable por lo sucedido antes imaginaba que Jens se iba a desquitar con un plan de entrenamiento demoníaco.
Fue directamente a su habitación y cayó en la cama, aunque Jens había usado magia curativa en su cuerpo, se sentía exhausto. Cuando abrió los ojos ya la luna estaba alta en el cielo, aún se sentía cansado pero tenía un apetito voraz. Su cena estaba servida en una mesa cercana, como normalmente solía ser testarudo y se abstenía de ir al comedor cada vez que discutía con su padre o estaba muy cansado para hacerlo era normal que le sirvieran la comida en su habitación. Evitando también que ante un ataque de ira destrozara el lugar donde se encontrara.
Se sentó reflexionando mientras miraba los platos rebosantes de comida colocados en un pequeño festín solo para él. Aún no lograba dominar su temperamento y cada vez esto hacía que fuera todo más complicado. Suspiró contrariado, desde que habían descubierto que poseía esta habilidad de combate todo se había enredado en su vida. A los quince años durante una práctica de espadas había entrado en Stathvis. Así se le llamaba al estado de ira, locura, violenta sed de sangre y destrucción, una habilidad totalmente extinta, o al menos eso se creía hasta que se manifestó en él. Era una habilidad extremadamente rara y muy útil en el campo de batalla pues con solo un soldado podían eliminar a miles. Si lograba dominar completamente su poder sería imparable, un ejército de un solo hombre capaz de destruir al enemigo con fuerza y habilidades sobrehumanas.
Originalmente esta habilidad la poseían los guerreros de las tribus del norte, extintos hace mucho tiempo, pero cuyo legado vivía en la línea de sangre de la familia real. Eran hombres temidos por su ferocidad y al mismo tiempo su fría calma, eran capaces de destruir un ejército de miles con apenas diez hombres. Con ese propósito eran entrenados desde niños para obtener un control absoluto del Stathvis. El único problema con este poder era, que aparte de que se había manifestado muy tarde en él, para aprender a dominarlo debía reprimir sus sentimientos y no dejarse dominar por ellos. Lo cual era muy difícil en la edad en la que había aparecido por primera vez. Lentamente comenzó a alejarse de su familia por miedo a herirlos, pues en sus momentos de ira enloquecía y podía atacar a cualquiera que se le pusiera enfrente sin definir si era un amigo o un enemigo.
El otro problema era su cuerpo, debía entrenar hasta morir diariamente pues cada vez que su habilidad se activaba llevaba su fuerza al límite para un humano. Si no entrenaba su cuerpo no aguantaría y podría dañarse irremediablemente o incluso morir. Solo que mientras más entrenaba, mientras más fuerte se ponía, su poder aumentaba. Cada vez le era más difícil controlarse, no parecía que estuviera avanzando, al contrario se sentía como si estuviera entrando en un ciclo de nunca acabar y temía llegar a un punto de no retorno.
Jens había venido a entrenarlo por petición de su padre, pero no parecía muy entusiasmado por la tarea. No le caía bien, pero tampoco lo odiaba y este evento de hoy era preocupante. Tenía toda la razón, si hubiera sido otra persona en vez de él. Tembló solo de pensar en el resultado de ver a alguien de su familia en ese estado.
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Destinada a renacer
FantasyDespertó en el cuerpo de alguien más, tenía una segunda oportunidad de vivir en un mundo lleno de magia y hermosos castillos. Pero sus esperanzas de una larga y tranquila vida son destrozadas de inmediato por su oscuro destino. Ahora es Aylah, l...