30 - Horizonte lleno de problemas

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Camus casi corrió hasta la habitación de la princesa, mientras un vacío en su estómago le anunciaba el temor que lo embargaba, al no saber con que terrible escena se encontraría esta vez. La urgencia era visible en la cara y la voz de la sirvienta que lo había ido a buscar. Abrió la puerta y la vió. Estaba acostada en la cama, respirando entrecortadamente. En su semblante se podía apreciar lo adolorida que estaba y sus mejillas rojas indicaban que su temperatura estaba muy alta.

Solo debía repetir el procedimiento de la vez anterior, para enfriar su cuerpo rápidamente. Aún no había podido descifrar qué había provocado una reacción tan extrema, realmente era la primera vez que veía semejantes síntomas. Se acercó con la intención de cargarla y llevarla a la bañera, cuando la princesa de improvisto lo agarró por el brazo.

Camus ahogó un grito, esto no podía ser normal. Su mano estaba tan caliente que le quemaba la piel. Ningúna persona podría tener esta temperatura, a no ser que... Puso su mano libre en la frente de Aylah, debía comprobar una posible respuesta a todo esto, algo que acababa de recordar de sus tiempos como estudiante en la academia. Las náuseas lo golpearon de inmediato mientras se alejaba de golpe de la princesa, cayendo sentado en el suelo. Se llevó ambas manos a la boca para evitar vomitar. En toda su vida, jamás había sentido tanto mana proveniente de una sola persona. Era totalmente monstruoso, abrumador. ¿Cómo no lo había sentido hasta ahora?

Gimió adolorido mientras miraba su mano, estaba irritada y muy roja. Esto estaba mal, muy mal. No tenía el nivel suficiente como para lidiar con esta situación. Necesitaba a alguien con más conocimientos lo antes posible. El cuerpo de la princesa era de constitución débil y semejante cantidad de mana era muy peligroso, un riesgo inminente para su vida. Simplemente enfriar su cuerpo no funcionaría esta vez.

Se acercó nuevamente, rezando para que lo que iba a hacer funcionara. Acercó nuevamente la mano a la cabeza de la princesa y se concentró en calmarla para hacerla dormir. Aunque su piel ardía al entrar en contacto con el excesivo calor corporal, no se apartó. Hasta ahora había contribuido a esconder el abuso del que ella era objeto, era el momento de expiar sus pecados. Si este dolor era algo que debía experimentar para salvar su vida, era algo minúsculo si lo comparaba con lo que ella había sufrido a manos de los monstruos disfrazados de seres humanos que vivían en esta mansión.

...

Bethel estaba en su habitación, escribendo con toda la rapidez que podía. Aylah estaba tomando un baño acompañada por Isha, así que tenía que hacerlo apresuradamente antes de ir a buscar la cena. Debía informarle de inmediato al mago acerca de la fiesta de té, le parecía un evento importante del que tenía que saber. Sacó el anillo que usaba con ese propósito y lo acercó al papel, viendo como las palabras desaparecían. Soltó un largo suspiro.

Ya se disponía a guardar el anillo cuando Isha entró sin tocar. Bethel palideció, con el apuro no había asegurado la puerta. Escondió con rapidez el anillo en su bolsillo, algo tenía que haber pasado para que entrara de esta manera.

-La señorita, ella se siente mal -dijo la joven entrecortadamente mientras trataba de recuperar el aliento

Sin decir nada, Bethel corrió hasta la habitación seguida de la joven. Su preocupación solo crecía, mientras el camino se le hacía eterno. Al entrar, su corazón que golpeaba de manera desenfrenada dentro de su pecho, comenzó a calmarse lentamente al ver a Aylah profundamente dormida. El sanador estaba sentado a su lado y su semblante no se veía nada bien. Tenía la cara empapada en sudor, incluso parte de su cabello estaba pegado de manera desagradable en su frente. La expresión de su cara era la de alguien muy enfermo, que estaba a punto de vomitar.

Se levantó, y tambaleándose comenzó acaminar para salir. Su respiración se escuchaba irregular y sus ojos se veían desenfocados.

-Dejenla descansar -dijo con voz débil- No tiene permitido ver a nadie hasta que descanse lo suficiente

Bethel se acercó a la cama con lentitud. ¿Qué demonios había pasado? ¿Por qué el sanador se veía como si alguien le hubiera sacado toda su energía vital? Aylah dormía profundamente, ajena de lo que sucedía a su alrededor. Dejó escapar un largo suspiro mientras tocaba el bolsillo de su uniforme y una oleada de pánico la embargó. El anillo no estaba allí. Por más que rebuscó, no fue capaz de encontrarlo. Sin importarle que Isha la estuviera viendo, comenzó a buscar de manera desesperada en el suelo. Esto era malo, terrible. Había perdido su único medio de comunicación confiable con el mago. Aparte de que si alguien más lo encontraba y se daba cuenta de lo que era, el conde confirmaría que había informantes dentro de la mansión y esto pondría a Aylah en una situación aún más peligrosa de la que se encontraba ahora mismo.






Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora