3 - Aprendiendo a actuar (continuación)

770 90 3
                                    

—Sea bienvenido General Kadir —dijo el sanador, saludándolo con una reverencia aún más profunda, demostrando su respeto.

En total quedaron tres sanadores en la habitación, contando al señor mayor que parecía ser su superior. El hombre se acercó a ella y le habló con suavidad.

—Buenos días, princesa, soy un sanador real enviado por su majestad a examinarla ¿Comprende lo que le acabo de decir? —preguntó viendo la mirada confusa de la joven— Si me comprende, asienta con la cabeza o niegue de igual manera —dijo el hombre moviendo su cabeza primero arriba y abajo y luego a los lados mostrándole lo que debería hacer.

Ella bajó la mirada aun pensando en como debía comportarse cuando vio a su lado una hermosa muñeca con la ropa gastada por los años, pero aun así limpia, con enormes ojos púrpuras y cabello rubio plateado. Tomó la muñeca con torpeza debido a sus engarrotadas manos y la abrazó en su regazo. Alzó la vista y pudo ver la cara sorprendida y contrariada del sanador, entonces se dio cuenta de que ese hombre, Jens, debió haber compartido con él parte de sus hipótesis.

El sanador hizo un gesto y sus ayudantes se acercaron cargando un enorme espejo al lado de la cama para que ella viera su reflejo. Abrió mucho los ojos y la boca por la sorpresa, no recordaba como lucía en su vida anterior, pero definitivamente no era así. Tenía largo cabello rubio opaco, tal vez por la prolongada estancia en la habitación, ojos con iris violáceos sin brillo y unas profundas ojeras que contrastaban con su extremadamente blanca piel. Estaba tan pálida que las venas se veían marcadas en su rostro, al igual que sus huesos, parecía un cadáver viviente. Lentamente, levanto su huesuda mano y la acercó a su mejilla, aún le parecía totalmente irreal lo que estaba viendo. Miró el rostro que no reconocía como suyo con extrañeza. Sus labios secos y cuarteados se movieron ligeramente mientras su respiración se agitaba de manera visible. Bajó la vista y apretó la muñeca contra su cuerpo. No quería seguir viendo algo tan deprimente.

El sanador le lanzó una mirada de lástima antes de seguir hablando

—Necesito que me diga si me comprende —insistió con suavidad

Ella, tratando de salir de la sorpresa de ver como lucía, comenzó a asentir muy lentamente. Sabía que estaban comprobando hasta donde llegaba el daño mental causado por el accidente. No podía actuar como una tonta, sino su futuro esposo la abandonaría allí mismo y jamás podría salir de este lugar.

El sanador dejó salir un suspiro de alivio. Ella aprovechó para mirar en dirección a Kadir, este veía la escena sin mover un músculo como si se tratara de una inexpresiva estatua viviente y su tío, el conde, no podía esconder en su cara una evidente molestia mientras sus labios se crispaban de furia.

—¿Reconoce a alguno de estos hombres? —preguntó el sanador al ver que ella los miraba con atención. Ella pensó antes de hacer cualquier movimiento, no debería reconocer a su prometido, pues no lo había visto en doce años y si él también era un niño en ese tiempo, entonces sería normal que no lo reconociera. Pero si daba una respuesta afirmativa, entonces quedaría en duda como recordaba a su prometido y no al resto de su familia. Miró a su tío y luego a Kadir, a este último le dedicó lo que intentó que se viera como una leve sonrisa, pero como aún no podía controlar los músculos de su cara, apenas hizo una mueca. El general abrió un poco los ojos, mostrando una pequeña señal de sorpresa en su rostro. Ella suspiró aliviada, no todo estaba perdido, su actuación ambigua al no admitir si los recordaba o no estaba resultando.

—¿Sabe qué edad tiene? —preguntó el sanador mientras ella lo miraba tratando de lucir confundida nuevamente. Bajó la cabeza hacia la muñeca en su regazo y comenzó a acariciar torpemente el cabello de la muñeca, ignorando al hombre a su lado.

—Entiendo —suspiró el hombre— no preguntaré nada más, ahora si me permite le haré un examen rápido, prometo que no dolerá —añadió el sanador al ver que ella apretaba a la muñeca en su regazo tratando de lucir como una niña asustada.

El hombre acercó una mano lentamente a su frente y la otra la colocó en su pecho. Abrió los ojos asustada cuando vio una súbita luz que brillaba en ambos lugares y abrió la boca por la sorpresa, pero su garganta al no haber sido usada por tanto tiempo solo dejó escapar un sonido parecido a un gruñido. Una suave calidez comenzó a recorrer su cuerpo como si otro líquido en vez de su propia sangre circulara, dándole una sensación de tranquilidad. ¿Acaso esto era magia?

Su cuerpo se relajó lentamente, sintiéndose adormecida mientras sus sentidos caían en un dulce letargo. Aunque las pestañas le pesaban, hizo un enorme esfuerzo por mantenerse despierta, pero el cansancio parecía estarla venciendo. Apenas pudo ver al sanador hablando con el conde y con el general, no podía escuchar bien, solo murmullos lejanos llegaban a sus oídos nublados por el sueño. La cara de su tío parecía relajarse a medida que escuchaba, mientras que la del general se mantenía inexpresiva, aunque por un momento su mandíbula pareció tensarse. Debía escuchar, tenía que obtener información, pero su cuerpo cansado venció su voluntad y cayó rendida.


Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora