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Capítulo 61



By Lilith



Cinco años después



Podría quedarme dormida escuchando el sonido de las ramas moviéndose al compás del viento. El canto de los pájaros era lo único que rompía esa hermosa melodía pero aun así seguía siendo el sonido más relajante que había escuchado nunca.


Aparté el libro de mi cara. Al fin lo había terminado y sabía que mi padre estaría orgulloso de ello. Recuerdo de una vida oscura retrataba la infancia de una niña de seis años, antisocial y taciturna que sufría abusos en el colegio pero que escondía un oscuro secreto. Luca Guilltone, mi padre, había dejado que todo el mundo conociera cómo era su hija y eso era lo más estremecedor para mí.


-¡Elizabeth, las galletas están listas!- Me levanté de la tumbona del jardín y miré hacia la puerta que daba acceso a la casa. Mi abuela sonreía feliz mientras sostenía de la mano a Shelly.


-¡Voy!- Dije antes de levantarme.


Cogí mi móvil y lo observé en silencio. No había recibido ninguna llamada ni mensaje en todo el día y eso me preocupaba. Esperaba que todo le estuviera saliendo bien o al menos que le diesen alguna oportunidad para mostrar la maravillosa persona que era.


Cuando entré en la casa, Shelly ya estaba devorando aquellas galletas recién hechas de la abuela, decoradas con caritas que tanto le gustaban a la pequeña. Me senté en la silla del comedor y miré las que había en mi plato. Cada galleta parecía tener una personalidad diferente. Unas sonreían, otras estaban tristes y otras guiñaban un ojo a quien las estuviera mirando.


-¿Están buenas, cariño?- La abuela se sentó al lado de Shelly y le acarició la cabeza mientras ésta comía.


-¡Deliciosas como siempre!- Sonreí inconscientemente. A esta niña siempre le habían encantado los dulces...- Liz, si no te las vas a comer, me las como yo.- Reaccioné cuando dijo mi nombre. Hice un gesto de posesión y me atraje el plato más a mí mientras no le quitaba ojo a Shelly.


-Atrévete, mocosa, y a la que me coma serás tú.- Shelly y las abuela empezaron a reírse. Cogí la galleta del guiño y le dí un mordisco. ¡Estaba buenísima!


El timbre de la puerta sonó y de enseguida, todas miramos en su dirección. Sabía quién era...


-Yo abro, abuela.- Me levanté de la silla y fui casi corriendo hacia la puerta. Antes de abrir cogí aire y esperé a estar preparada para recibirlo. La puerta se movió junto a mi mano y allí estaba él, plantado frente a mí.- Hola.- Le saludé con un hilo de voz, esperando que me contestase como siempre pero ahora no parecía estar muy contento.


Dio un paso al frente y me abrazó. Supe lo que significaba. Las cosas no habían ido bien y eso lo desesperaba y a mí me ponía muy triste. Le correspondí en su abrazo y esperé hasta que se separara de mí. No tardó en clavar sus ojos en los míos, azules y profundos como el mar.

vinculo de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora