Capítulo 42

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Hades

Lloró, malditamente lloro como tenía años sin hacer.

Saber que la razón de mi existencia, la luz que alumbra mi jodida y mediocre vida, la dueña de mis suspiros y desvelos está postrada en una cama inconsciente me tiene tan malditamente mal que no me reconozco.

Tenía mucho sin romperme.

Si supiera lo mal que lo estamos pasando al ver su cuerpo inconsciente, pálido y un poco frío abriría sus hermosos ojos.

El doctor Wagner llega apresurado y con la respiración un poco acelerada mientras nuestro padre está detrás de él tratando de  parecer fuerte pero justo ahora no lo es, nadie aquí lo es cuando ella está en esa situación.

Dr Wagner: Desalojen, tengo que revisarla.

Acatamos su orden un poco renuentes, Wagner es un viejo amigo de la familia y doctor dé cabecera de la misma, confiamos en él pero eso no evita que no pierda de vista ninguno de sus movimientos.

Empieza a revisar su cabeza viendo que tan grave fue el golpe superficialmente.

Dr Wagner: Debemos llevarla a un hospital, aquí no cuento con los recursos suficientes para una evaluación concreta de su estado.

Me reprendo mentalmente, la desesperación no me dejo pensar en que deberíamos llevarla a un hospital en lugar de dejarla postrada en una cama donde podría morir.

Morir.

Morir.

Morir.

No, no, ella no puede morir, ella no va a morir ¿Verdad?

Me acerco a su cuerpo y con sumo cuidado y manos temblorosas tomo su cuerpo entre mis brazos sintiéndome un poco mejor al tener contacto con su piel aunque está este fría y pálida. Salgo rápida pero cuidadosamente de la habitación y de la mansión mientras la veo cada dos segundos procurando que esté bien.

Está muy pálida.

Dr Wagner: No toquen su cabeza para evitar cualquier contratiempo.

Se monta en su coche y sale rumbo al hospital mientras nosotros hacemos lo mismo, no discutimos por quien va en el mismo coche que ella ya que esto nos restaría tiempo y justo ahora no tenemos eso.

Si nos ponemos a discutir sobre quién pasará el rato con ella en el choche nos perderemos toda una vida a su lado.

Ares se pone al volante y maneja de forma rápida pero siempre manteniendo el debido cuidado que nunca toma y viendo cada que puede a Atenea en mis brazos. Llegamos al hospital viendo como ya nos espera una camilla fuera de este y nos bajamos del coche dejándola con mucho esfuerzo en la camilla al cargo de los enfermeros que nos tienen como halcones vigilando todos sus movimientos.

No nos permiten pasar a la sala de urgencias como la última vez y solo nos queda sentarnos a esperar que alguien salga con alguna noticia de su estado.

Estará bien ¿Verdad?

Veo a mis hermanos quienes están con la mirada perdida en la puerta por la que ingresaron a nuestra mujer y nuestros padres están sentados mientras hablan entre sí con la preocupación marcando cada gesto y movimiento.

Las Siete Voces [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora