Capítulo 40

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Atenea

Hades: Tienes que comer, anoche no ingeriste ningún alimento.

Lo miro con un ceja arqueada y una mirada inocente.

Atenea: Pero si me alimenté muy bien.

Muerdo mi labio inferior viendo cómo sus músculos se tensan y escuchando una profunda y ronca, muy ronca carcajada que eriza los bellos de mi piel.

Zeus: Y vaya que lo hiciste.

Con una mirada entre perversa y divertida Zeus recibe un manotazo en él brazo de mi parte y yo me encuentro más roja que mi cabello.

Atenea: Eres un tonto.

Yo me lo busque pero no esperaba que el descarado me respondería.

Thor: Bueno, ya basta o nuestra pequeña se convertirá en un volcáncito en erupción.

¿Volcáncito?

Frunzo mi ceño sintiendo una punzada en mi cabeza que se regulariza un poco al escuchar la ronca y excitante risa de Hermes. Todos volteamos en su dirección y sus hermanos lo miran como si le hubiesen salido tres cabezas.

¿Qué les pasa a estos?

Apolo: Te estás riendo.

Apolo en algunas ocasiones me parece un tanto ratito.

Atenea: Y...

Ares: Tenía años sin hacerlo.

Miro a Hermes con la sorpresa marcada en mi rostro viendo cómo desvía su mirada. Me acerco a él y lo abrazo dejando mi cabeza en su cuello donde doy un pequeño beso sintiéndolo erizarse.

Atenea: Te regalaré todas las risas que te has perdido- susurro en su oído- me encanta como suena tu risa, cariño.

Creo ver un pequeño sonrojo en sus mejillas antes de que entierre su rostro en mi cuello.

Atenea: Eres muy tierno.

Dejó un beso en su frente y sobo su espalda, veo que no quiere que sus hermanos lo vean sonrojado así que no digo nada y lo dejo tranquilo aún oculto en mi cuello donde en algunas ocasiones deja suaves besos que me estremecen mientras aspira mi olor.

Thor: Cada uno de nosotros irá a su habitación y hará sus necesidades mientras tú haces lo mismo.

Apolo: Vendremos por ti en cuanto acabemos, no queremos que te pierdas si sales sola de la habitación.

Asiento con mi cabeza aún abrazando a Hermes y ellos se acercan uno a uno dejando un suave beso en mis labios, cuando veo que todos han salido me dirijo a Hermes.

Atenea: Ya puedes dejar de ocultarte.

Le digo suavemente viendo cómo saca su cabeza lentamente de mi cuello y me percato de que ya no tiene el hermoso sonrojo que antes tenía, está vez sus ojos brillan de una manera tan espléndida, tan llena de emociones que pasan como un huracán por sus iris que no se logran diferenciar, un brillo que hace a sus ojos azules más hermosos de lo que realmente son.

Las Siete Voces [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora