Capítulo 30

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Atenea

Una semana después.

Benjamín: Sería muy bueno salir por un momento.

Lía: Si, pienso lo mismo.

Atenea: ¿Tiene que ser necesariamente a la playa?

Los miro mientras los apunto con una papita, no me parece tan buena idea.

Lía: Necesito broncearme y nadar un poco.

Benjamín: ¡Necesito ver culos redondos! ¡Necesito acción!

Está un poco frustrado últimamente.

Atenea: Y yo necesito tranquilidad y eso en una playa llena de gente no lo encontraré.

Con Benjamín nos hemos hecho muy cercanos en esta semana, se podría decir que somos mejores amigos.

Benjamín: Allá vienen tus hombres.

Volteo y efectivamente ahí vienen los chicos atrayendo todas las miradas hacia sus personas, pero veo algo que no me gusta, vienen con dos chicos y tres chicas que no apartan sus miradas de ellos y ellos ni las miran.

Algo mi interior se enciende en ira pero me niego a demostrarlo, solo los miro y cuando veo que se dirigen en mi dirección me levanto de la silla y dándole un beso en la mejilla a Benjamín y Lía me despido.

Atenea: Tengo que ir a la biblioteca, acepto ir a la playa con ustedes.

Salgo de la cafetería pasando por al lado de ellos sin dirigirles una mirada, me enoja y no sé por qué que esas estúpidas estén pululando a sus alrededores y ellos se dejen.

Tengo que tranquilizarme, a fin de cuentas no somos nada.

Llegó a la biblioteca y eligiendo cualquier libro me voy a un rincón apartado de todos. Empiezo a leer pero no puedo concentrarme, siento que alguien me está mirando y cuando levanto la vista veo a Ares sentado a unas cuantas mesas de donde estoy mirándome de manera fija e intensa.

Lo miro sin expresión en el rostro pero veo como mueve su silla y se levanta, cuando creo que se irá siento un tirón suave en mi brazo.

Ares: Vamos.

Lo miro con el ceño fruncido.

Atenea: ¿A dónde?

Ares: Camina y lo sabrás.

Me niego a irme con él, en está semana las cosas han estado un poco raras y estoy empezando a sentir la misma tensión sexual que tengo con sus hermanos está vez con él.

Atenea: No.

Lo miro desafiante y es como si algo se encendiera en él ya que me levanta de la silla en la que estaba y me sube sobre su hombro, siento su mano en mi trasero acomodando la falda que traigo puesta.

Se está aprovechando.

Atenea: ¡Suéltame!

Las Siete Voces [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora