Capítulo 56

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Bastián

Atenea sale de la mansión y con los chicos nos quedamos hablando de cosas banales, mis amigos dicen que Atenea les cayó bien, que no es de esas típicas niñas ricas y chillonas.

Mateo: Los tienen bien adiestrados.

Si, él es el mas pendejo de los tres.

Zeus: Por lo que tengo entendido a ustedes también.

Suelta borrandole las sonrisas burlonas que tenían, ellos están igual o peor que nosotros, estamos siendo dominados por una chica de 1,66 y no sé cuánto mide la de ellos, tampoco es que me interese.

Hermes: Tenemos que irnos si no queremos perdernos el espectáculo.

Suelta, es tan controlador que estoy seguro que sabe dónde está, que está haciendo y con quién, todos sabemos pero al menos disimulamos un poco.

Ares: Vamos, quizás les interese a ustedes tres también.

Sonrío un poco.

Somos unos perros falderos vestidos de Cupido por nuestra mujer.

Los chicos se levantan y todos salimos al garaje para tomar nuestro correspondientes autos, ellos tres en uno y nosotros ocho en una camioneta, nosotros vamos dirigiendo el camino con Hermes al volante, ansiosos por presenciar lo que está a punto de pasar.

Ansiosos por verla pintar.

*****

Atenea

El viejo nos la puso fácil, muy fácil, por eso en este momento se encuentra corriendo por el bosque con una bala incrustada en su pierna derecha, queremos jugar pero no que escape, hoy al ser sábado las personas están disfrutando de la vida por algún lado y a nadie se le ocurriría venir al bosque y si alguien viene que se despida de su vida, fácil y sencillo.

Lía: ¿Cuánto tiempo le das antes de que lo atrapemos?

Teniendo en cuenta su nula capacidad física y resistencia, su avanzada edad y la bala en su pierna la respuesta es fácil.

Atenea: El bosque es grande, pero lo conozco como a la palma de mi mano, le doy 10 minutos antes de que lo encontremos.

Mira su reloj asintiendo con la cabeza.

Lía: Dejémoslo pensar que puede ganar.

Me gusta como piensa.

Atenea: ¿Conoces el bosque?

Si...

Lía: Vengo a correr todas las noches aquí, así que si.

Lo sé, siempre lo supe.

Atenea: Dividámonos entonces.

Asiente con su cabeza y las dos tomamos rumbos distintos recordando que quien lo encuentre se divierte primero pero antes tiene que llamar a la otra. Camino por el bosque escuchando las ramas crujir a mis pies, la brisa golpear con las hojas de los árboles, los búhos que serán testigos de los sucesos de esta noche, la melodía que hace mi garganta al sivar mientras en mi mano tengo un hacha que voy arrastrando en las ramas secas esparcidos por la tierra que piso en éste momento, tierra que pronto será bañada de sangre.

Atenea: Hakuna matata, una forma de ser. Hakuna matata, nada que temer
Sin preocuparse, es como hay que vivir. A vivir así, yo aquí aprendí. Hakuna matata...

Sí, no es una canción propia para una situación cómo está pero ¿Qué más da?

Escucho un gimoteo como de oso a unos pasos de mi, camino en esa dirección y me encuentro con la rata tirada en una esquina "tapada" con una roca más pequeña que su prominente estómago, saco mi teléfono y le escribo a Lía que ya lo tengo.

Las Siete Voces [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora