part 7

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— ¡No hiciste eso! —exclama Leo al otro lado de la línea— ¡Maldita loca! Me encanta cuando bebes, te desatas y eres otra.

Lucy se deja caer sobre la cama, completamente agotada por la noche que había pasado. Eran cerca de las seis de la tarde y continuaba sin fuerzas. No había bajado a comer debido a eso, parcialmente. La otra razón era la vergüenza que la inundaba al ver a Tom.

No se acordaba de mucho, pero sí de gran parte de la noche y su final.

— Qué vergüenza —susurra Lucy, tapando su rostro con su mano libre— ¿Crees que le dirá algo a mi madre?

— ¿Estás loca? —dice Leo, elevando la voz— Cariño, es tan culpa tuya como suya, porque lo tolera. No va a decirle nada porque eso significa vuelo directo sin retorno a Alemania. Además —añade el chico tras una ligera pausa— Está claro que le atraes, sino, no haría nada de lo que hace, mirarte, seguirte el juego.

Era cierto. Sin embargo, ahí estaba tumbada, sintiéndose culpable.

— Es que le dije unas cosas.. —carcajea la rubia, sintiendo vergüenza— No sé cómo voy a mirarle a la cara.

— Chica, le dijiste lo que piensas verdaderamente —responde Leo— Wake up, sis. Ve a por él si es lo que quieres.

— Leo, mi madre —le recuerda Lucy— No puedo hacerle algo así.

— Eso podrías habértelo pensado antes de querer follarte a su marido —reía el pelinegro a través del teléfono— Dime, ¿lo que le dijiste lo piensas y quieres de verdad?

Tras una larga pausa, Lucy terminó respondiendo con la verdad. Le avergonzaba admitirlo, pero no era algo que Tom no supiera. ¿Qué importaba ya?

— Sí.

— Entonces ve a por él —sentencia Leo— Y ahora mi amor, te dejo que voy a acompañar a mi madre a Dior, quiere una nueva barra de labios.

— Te quiero, adiós —se despedía la rubia, colgando la llamada y lanzando el teléfono lejos de ella.

Se debatía entre reprimir sus deseos e ir a por ellos. Había veces en las que lo único que quería era buscar a Tom y hacer que cayese en sus redes, mientras que en otras ocasiones solo se arrepentía y avergonzaba.

¿Qué hacía? Leo en parte llevaba razón, y aunque sonase muy egoísta de su parte, Tom es el adulto y el que realmente se equivocaba, ¿no? Puede que solo estuviese tratando de convencerse a sí misma de que no tendría culpa.

Pero la tenía. Ahora solo debía decidir si le importaba lo suficiente o no.

Se levantó de la cama y notó como su estómago rugía por la falta de comida. Suspiró y caminó escaleras abajo hasta la cocina, donde estaban Tom y su madre.

Tom.

— Bueno, por fin. ¿Piensas decirme a qué hora llegaste? Porque tal y como te encuentras solo significa que viniste muy borracha. ¿Quién te trajo? —inquirió rápidamente Gwen, poniendo sus brazos en forma de jarra.

Los ojos de Lucy viajaron desde los de su madre hasta los de Tom. Este lo sabía todo, desde la hora hasta el estado en el que estaba. Si se le ocurría decir algo, su madre podría enfadarse mucho con ella, y odiaba cuando sucedía.

— Llegó a buena hora —intervino Tom, sin quitarle ojo de encima— Fui a la cocina a por algo de comer y la encontré llegando, Chelsea la había acompañado. Venía borracha, pero consciente.

Lucy no podía creer que la estuviese cubriendo. Esta no decía nada, solo escuchaba a Tom y su madre debatir.

— ¿Y entonces cómo te encuentras tan mal, hija? —preguntaba la mujer, levantándose de la silla y caminando hasta ella, colocando la palma de su mano en su frente— No tienes fiebre.

STEPFATHER  (TOM KAULITZ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora