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Mizu, con ojos curiosos y una expresión de intriga, se acercó a Izana con la pregunta que había rondado su mente desde hacía tiempo.
Mizu: Papá, ¿cómo conociste a mamá?
Izana, sonriendo con ternura ante la pregunta de su hijo, decidió compartir la historia de cómo el destino había unido sus caminos.
Izana: Fue en el hospital. Estábamos en la misma habitación.
Mizu: ¿En el hospital? ¿Por qué?
Izana: Fue un día complicado. Tu mamá, por un accidente en motocicleta, y yo, por un balazo en el pecho. Casualidades de la vida, ambos necesitábamos atención médica.
Mizu: ¿En serio? ¿Y cómo pasó?
Izana: Fue un día bastante movido. Estábamos en camillas cercanas, y a pesar de las circunstancias difíciles, empezamos a hablar. Tu mamá tenía una valentía que me dejó impresionado, y su determinación me atrajo de inmediato.
Mizu: ¿Y qué pasó después?
Izana: Después de eso, nos dimos cuenta de que compartíamos algo más que la misma habitación en el hospital: compartíamos una conexión especial. A medida que nos conocíamos mejor, esa conexión se convirtió en algo más profundo.
Mizu, absorbido por la historia, procesó la revelación de cómo sus padres se conocieron en circunstancias tan inusuales pero significativas.
Mizu: Esa es una historia genial, papá.
Izana: Sí, lo es. La vida nos llevó por caminos inesperados, pero estoy agradecido por cada giro y vuelta que nos trajo hasta aquí.
Padre e hijo compartieron una sonrisa, sabiendo que detrás de esa historia de encuentro en el hospital, se tejía el inicio de una familia llena de amor y resiliencia.
Buenas buenas ser de luz (por si Beyoncé está leyendo esto)
