El frío invierno envolvía las calles de la ciudad, pero en el modesto apartamento de Sanzu, la atmósfera estaba aún más helada. Aiko, un niño de seis años, jugaba en silencio en su habitación mientras su padre, Sanzu, luchaba con sus demonios en la sala de estar.
Sanzu, con su mirada perdida en la nada, sostenía una botella de whisky entre sus manos temblorosas. Sus ojos cansados reflejaban el peso de sus decisiones y la carga de sus errores pasados. La muerte de su esposa, TN, había dejado un vacío irremplazable en su corazón, y su trabajo en una organización criminal solo había empeorado las cosas.
Desde la muerte de TN, Sanzu se había sumergido más y más en las sombras de su vida criminal, buscando refugio en el alcohol y las drogas para adormecer el dolor. A pesar de su amor por Aiko, el tiempo que pasaban juntos era escaso, y su relación se había visto ensombrecida por la ausencia y la negligencia.
Mientras Sanzu se hundía en la oscuridad de su propia desesperación, Aiko seguía siendo su luz, una chispa de inocencia en un mundo turbio y cruel. Aunque su padre no estuviera siempre presente, Aiko encontraba consuelo en sus propios juegos y en la esperanza de que algún día su padre volvería a ser el hombre cariñoso que recordaba de su infancia temprana.
Una tarde, mientras Sanzu luchaba contra sus demonios en la sala de estar, Aiko se acercó tímidamente a él, sus ojos llenos de preocupación infantil.
Sanzu: Aiko, ¿qué estás haciendo aquí?
Murmuró Sanzu, su voz ronca por el alcohol.
Aiko se acercó a su padre y le entregó un dibujo que había hecho, una representación torpe pero amorosa de ellos dos juntos, con un sol brillante y sonriente en el cielo.
Sanzu. ¿Qué es esto, Aiko?
Preguntó Sanzu, conmovido por el gesto de su hijo.
Aiko: Es para ti, papá. -Respondió Aiko en voz baja. - Para que te sientas mejor.
Las lágrimas llenaron los ojos de Sanzu mientras miraba el dibujo. En ese momento, se dio cuenta de cuánto había descuidado a su hijo, cuánto había perdido mientras luchaba contra sus propios demonios.
Sanzu: Aiko, lo siento. - Dijo Sanzu con voz quebrada.- Lo siento mucho por todo.
Aiko abrazó a su padre con fuerza, sintiendo el peso de su tristeza pero también la chispa de esperanza en su corazón. A pesar de todo, Aiko sabía que su padre lo amaba, aunque estuviera roto y perdido en el laberinto de su propia angustia.
El dibujo en las manos de Sanzu era un recordatorio conmovedor del amor y la inocencia de su hijo, pero al mirar más de cerca, notó algo que le heló el corazón. Aiko estaba sucio, con el cabello largo y enmarañado, revelando cuánto tiempo había pasado desde su último baño.
Sanzu: Aiko, ¿cuánto tiempo hace que no te bañas?
Preguntó con suavidad, pero con preocupación evidente en su voz.
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Siendo padres - Tokyo revengers #2
Fanfictionsegundo libro con los personajes de Tokyo revengers