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Inupi llevó a Aki a su trabajo en el taller de motocicletas, y para su sorpresa, Kokonoi llegó con su hija Aratani. La tienda estaba llena de motores rugiendo y el olor característico de aceite y metal.
Kokonoi: Todo bien. Solo pasaba por aquí y pensé en saludarte. ¿Cómo está Aki?
Inupi: Aki está bien ¿y aratani?
Kokonoi: Ella está bien.
Inupi: Así que, ¿cómo va todo?
Kokonoi: Todo tranquilo. Aratani y yo estábamos dando una vuelta y decidimos pasar a saludarte. ¿Y tú? ¿Cómo va el trabajo?
Mientras los padres charlaban, Aratani tomó la mano de Aki y los dos niños se dirigieron a una esquina tranquila de la tienda. Se sumergieron en su propio mundo de juegos, explorando entre las piezas de las motocicletas.
Después de un rato, Inupi y Kokonoi escucharon un chillido repentino y se apresuraron hacia donde estaban los niños. Para su sorpresa, encontraron a Aratani besando a Aki, quien estaba llorando. Confundidos, los padres intentaron entender la situación.
Inupi: ¿Qué está pasando aquí?
Kokonoi: ¿Aratani, qué hiciste?
Aratani: ¡Voy a casarme con Aki!
Aki, entre lágrimas, explicó que le dijeron en la escuela que si una niña lo besaba, se moriría. La inocencia de los niños provocó risas entre los adultos, quienes trataron de calmar a Aki.
Inupi: No te preocupes, Aki, eso no es verdad. Besar a alguien no te hace morir.
Kokonoi: Quizás debamos empezar a ahorrar para la boda de nuestros hijos
Los niños, a pesar del susto inicial, se calmaron con las explicaciones de sus padres. Inupi y Kokonoi compartieron risas mientras observaban a los pequeños reanudar su juego, ahora con una comprensión un poco más clara de las complejidades de las relaciones.
El sonido constante de las motocicletas en el taller proporcionaba el telón de fondo perfecto para esta pequeña anécdota en la que la inocencia infantil se entrelazaba con la realidad de la vida.
Aquí está tu pedido.
Espero que ayas disfrutado de tu lectura y que estés teniendo un buen día.
