Capitulo 10-La Antigua Sangre

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A la mañana siguiente, la luz del amanecer se filtraba suavemente por las ventanas de la casa de Aegon. Ambos se encontraban en la pequeña sala principal, observando con detenimiento las espadas legendarias que Arianne Martell había traído la noche anterior. Aegon sostenía Fuegoscuro, admirando su peso y equilibrio, mientras Daenerys examinaba Hermana Oscura, deslizando sus dedos por la empuñadura.

"Creo que me voy a quedar con Hermana Oscura," comentó Daenerys con una sonrisa, levantando la espada para verla mejor a la luz del día.

Aegon le lanzó una mirada burlona, con una chispa de diversión en sus ojos. "¿Ah, sí? Bueno, Fuegoscuro es una espada que se hereda, pero Hermana Oscura... esa hay que ganársela."

Daenerys arqueó una ceja, siguiéndole el juego. "¿Y cómo se supone que me la gane, oh gran guerrero?"

Aegon, con una sonrisa pícara, respondió: "Con un combate, claro. Tú contra mí."

Daenerys soltó una pequeña carcajada. "¿Un combate? No es que se me dé muy bien el manejo de la espada, ya sabes."

Aegon se acercó a ella, dejando Fuegoscuro a un lado y agarrando dos varas de madera que tenía en una esquina de la sala. "Vamos a verlo," dijo, entregándole una de las varas a Daenerys.

Ella la tomó con una mezcla de curiosidad y diversión. "Está bien, pero no digas que no te lo advertí," bromeó, levantando la vara en una postura que intentaba imitar la que había visto en los entrenamientos de sus soldados.

Aegon adoptó una posición más relajada, pero aún así, cada movimiento suyo era preciso y seguro. Comenzaron a moverse alrededor del pequeño espacio, intercambiando golpes ligeros. Era evidente que Aegon tenía una ventaja abrumadora en cuanto a habilidad, pero jugaba con Daenerys, dejándola pensar que estaba haciendo progresos.

Finalmente, en un movimiento inesperado, Aegon se dejó derribar por Daenerys, cayendo al suelo con un golpe suave. Ella, sorprendida por su aparente victoria, sonrió y dijo triunfante: "¡Te he ganado!"

Pero antes de que pudiera celebrar por completo, Aegon le agarró la pierna, tirando de ella y haciéndola caer sobre él. Daenerys cayó sobre su pecho, ambos riendo. "El combate no termina hasta que tu enemigo se rinde... o muere," dijo Aegon con una sonrisa, mirando directamente a los ojos de Daenerys.

Daenerys se quedó quieta por un momento, la risa se desvaneció lentamente mientras sus ojos se encontraban con los de Aegon. Por un instante, el aire se cargó de tensión, sus rostros tan cerca que podían sentir la respiración del otro.

Pero, de repente, la expresión de Daenerys cambió. La sombra de desconfianza que había cargado desde la traición de Jon Nieve se apoderó de ella. Con una leve sonrisa, se apartó de Aegon, rompiendo el momento.

Aegon, notando el cambio, también se levantó, extendiéndole una mano para ayudarla a ponerse de pie. "Eres mejor con la espada de lo que crees," dijo, intentando aligerar el ambiente.

Daenerys aceptó la mano y se puso de pie, asintiendo levemente. "Tendré que practicar más si quiero estar a la altura de Hermana Oscura," respondió, su tono intentando recuperar la ligereza de antes, aunque ambos sabían que algo más profundo había pasado entre ellos en esos breves segundos.

Después de que Daenerys y Aegon se levantaran, aún recuperando el aliento de su entrenamiento improvisado, Aegon se volvió hacia ella con una mirada más seria. "¿Crees que los Dothraki permitirán que los Inmaculados y la Compañía Dorada entren en Vaes Dothrak? Sabemos lo sagrados que son esos lugares para ellos."

Daenerys lo miró con confianza, sus ojos brillando con determinación. "Si Gusano Gris les dice que su Khaleesi sigue viva, que la Madre de Dragones aún lidera a sus huestes, no habrá problema. Los Dothraki seguirán mi voluntad, lo han hecho antes y lo harán de nuevo."

THE FIRST OF HIS NAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora