Capitulo 29-Por El Trono

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Los días previos a la batalla de Desembarco del Rey estuvieron cargados de una tensión palpable, como el aire que precede a una tormenta devastadora. Las campanas de la ciudad resonaban con frecuencia, anunciando la llegada de tropas, advertencias o simplemente el miedo que se expandía por la capital. Los habitantes, aterrados, sabían que el conflicto final se acercaba. Nadie en Poniente quedaría ajeno a lo que estaba por suceder.

En Rocadragón, Daenerys supervisaba con frialdad los preparativos para la marcha. Los cuervos enviados a los aliados habían dado frutos; uno por uno, los ejércitos convocados comenzaron a responder.los primeros en llegar fueron los mercenarios de la Compañía Dorada, una fuerza que había sido fiel a Daenerys desde Essos. Con ellos venían también los Jogos Nhai, guerreros feroces, montados en sus pequeños pero veloces caballos, con sus espadas curvas relucientes bajo la luz grisácea del amanecer. Los Inmaculados, siempre disciplinados, formaban filas en las afueras de Rocadragón, esperando la orden de marchar.

Daenerys caminaba entre sus tropas, su mirada imperturbable. Drogon rugía desde las alturas, su sombra extendiéndose sobre los guerreros. Gusano Gris, siempre a su lado, organizaba con precisión los despliegues, mientras Daario Naharis supervisaba los refuerzos que llegaban desde el Dominio y desde el Oeste, con algunos remanentes de casas fieles a los Tyrell y aliados de las Tierras del Oeste.

Al otro lado de la balanza, en Desembarco del Rey, Bran Stark se preparaba con su propio ejército, aunque la paz había sido su primera opción. Su enfoque era sereno, casi distante, pero no por ello menos calculador. Los cuervos volaban en círculos sobre la ciudad, observando todos los movimientos que sucedían tanto dentro como fuera de las murallas. Bran, sentado en su silla de ruedas, parecía estar en otro plano de la realidad, mientras Jon Nieve, Sansa, Arya, Tyrion, y los demás líderes  se reunían a su alrededor.

Las relaciones entre los bandos se tensaban cada vez más. Jon, que había mantenido una fachada de determinación, no podía ocultar su conflicto interno. Su corazón aún estaba dividido entre el deber hacia el reino y el amor que una vez había sentido por Daenerys. Tyrion, siempre con sus astutas palabras, intentaba calmar los ánimos, recordando las grandes batallas que había presenciado y luchado, sabiendo que si el Norte y sus aliados no se unían completamente, estarían condenados.

Sansa, mientras tanto, tejía alianzas y discutía estrategias con Cerenna Lannister. "Nos enfrentamos a dragones y ejércitos que vienen de Essos," decía Sansa, "pero también sabemos que Daenerys tiene enemigos dentro de Poniente que aún pueden ser persuadidos. Necesitamos convencer a esos disidentes de unirse a nuestra causa antes de que sea demasiado tarde." Cerenna asentía, aunque sus pensamientos estaban en el Oeste, donde Roca Casterly ya había caído ante el poder de los Targaryen.

Por otro lado, en los callejones oscuros de la ciudad, Arya Stark se movía en las sombras, como un fantasma invisible, escuchando conversaciones, desenterrando secretos. Mientras tanto, Tyrion, sentado en consejo con Jon, Bran, y los demás, no podía evitar preocuparse por su propia familia. Las casas Lannister, Tyrell y Baratheon o lo que quedaba de ellas estaban unidas ahora por la desesperación, pero Tyrion sabía que cualquier alianza basada en el miedo podría desmoronarse en cuanto llegaran los dragones.

Los cuervos continuaban volando de un lado a otro, llevando mensajes entre los ejércitos. Las noticias viajaban rápido. Los Dothraki, encabezados por Rolly, estaban en marcha, y cada día que pasaba, el campo alrededor de Desembarco del Rey se llenaba de tiendas de campaña y estandartes ondeando con el viento. Guerreros de todas partes de Poniente y Essos se reunían bajo la misma bandera: la de la reina dragón, Daenerys Targaryen. Su ejército crecía día a día, una tormenta de fuego que se acercaba inexorablemente a la capital.

La ciudad estaba llena de rumores. Las campanas no dejaban de sonar, y los ciudadanos empezaban a ver los efectos de la guerra inminente. Los mercaderes cerraban sus puestos, y las familias más ricas huían a las tierras del oeste o al norte. Pero incluso el Oeste ya no era seguro, pues la noticia de la caída de Roca Casterly se había esparcido rápidamente, y la nobleza estaba desesperada por encontrar refugio.

THE FIRST OF HIS NAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora